español english français česky

para fotografiar una pingüina en la tranquilidad y cómoda intimidad de su nido.

Este incesante viento que se volvió parte de cada minuto de nuestras vidas en los últimos días, y ya van semanas, nos obliga a no olvidar el nuevo concepto ya mencionado, el de gravedad horizontal. Así como, cuando niños, tuvimos que aprender la implacable realidad de que un objeto mal colocado o mal sostenido inevitablemente se moverá verticalmente hacia su posible destrucción, ahora, tuvimos que aprender, y tenemos que recordar activamente, que un objeto mal sujetado, inevitablemente se moverá horizontalmente hacia su posible pérdida. Ahora, no hay objeto liviano sin sujetar en el coche. Nunca se abre dos puertas a la vez. Y, como ejemplo, se pasa un trapo de una mano a la otra, con el mismo cuidado que se daría al manejo de una valiosa copa de cristal.

Vamos a dormir aquí mismo, en la estepa. Mañana, volveremos a observar los pingüinos.

El viento arreció todavía más, pero ¿quién tiene ganas de salir otra vez del coche para medir su velocidad ahora?

. .
*

Noche terrible. Llegó un nivel, un paroxismo se podría decir si no fuese por tantas horas, cuando empezamos a especular a qué velocidad y fuerza podría el viento arrastrar y/o volcar el coche.

Esta mañana, la situación mejoró notablemente. Medimos con nuestro anemómetro velocidades de sólo 50 a 70 kilómetros por hora. Pero, por una radiodifusora de Punta Arenas, nos enteramos de que, durante la noche, el viento había alcanzado la velocidad de 135 kilómetros por hora.

Ahora, otra visita a los pingüinos.  ¿Qué hacen de mañana?

Pingüinos vistos sin novedad. Lo mismo que ayer, deambulando solemnemente, quitándose el chaleco al entrar al agua, poniéndoselo de vuelta al salir. Pero, por más evidente que sea que estos pájaros tienen alma de pez, queda asombrosa la capacidad de una rama de pingüinos de adentrarse hasta 200 metros en la profundidad del mar, y su exceso de presión y falta de oxígeno.

Caminando por la estepa, también vimos una familia de tres zorros grises; por sus correrías alrededor de nosotros, a distancia prudente se entiende, y por sus alaridos, sospechamos que nuestra presencia no les gustó en absoluto.

Nos vamos a quedar aquí todo el resto del día, ocupándonos de tareas varias atrasadas; y como el viento parece haberse bajado a su nivel de ululación >>>>>>>>