español english français česky

¿Hubo, alguna vez, cisnes ballerinas con tutús blancos pero gargantillas, gargantones, negros; o aun con todo negro a la manera de los cisnes australianos?

Ahora, en términos de pájaros, sólo nos falta ver cóndores que, es increíble, pero no vimos una sola vez a todo lo largo de la Cordillera, y pingüinos.

En consecuencia de lo susodicho, dormiremos otra vez en nuestro agradable dormitorio de los arbustos achaparrados, y mañana sí, Dios mediante, tempranito, hacia el sur.

. .
*

Tempranito no es. La noche fue pésima; con un viento tremendo que no nos dejó dormir, por los empujones que daba al coche. El viento, ahora, amainó un poco. Es solamente muy fuerte. El tiempo es inestable, parcialmente nublado, parcialmente lluvioso, con nubosidad bastante alta en ciertas partes, pero muy baja, casi a ras de tierra, en otras; no sabemos si seguir viaje. Pero bien se nos advirtió de que, en este último embudo del continente americano, no sirve esperar que cambie el tiempo.  Adelante, pues.

No hay, como no hubo en lo poco desde que cruzamos a Chile, ovejas a la vista, como las había tantas en la Argentina. Los pocos animales que se ve son vacunos, y evidentemente de buena clase.  El pastaje debe de haber mejorado.

Lo que más se ve son interminables desmontes de bosques, sobre decenas de kilómetros. En unos años más, la gente pasando por aquí se maravillará de qué peladas serán estas estepas, tomándolo como indicio evidente de la inhospitalidad de estos parajes de fin del mundo - su tierra, su viento, su frío - sin imaginarse que, también aquí, hubo bosques alguna vez. Pero, en mismo pecado, también eliminaron implacablemente sus bosques, hace siglos ya, los países que, hoy, se considera, y sobre todo se consideran, super-desarrollados. ¿Quién se imaginaría, hoy, que Europa y todo el este de Vespuccia fueron puros bosques en otros tiempos?

Y el viento.

Estamos pasando por un trecho en pavimentación de la carretera; no sólo con las habituales maquinarias sobre rieles para extender el cemento en su ancho y espesor correctos, sino también, por encima, bien a ras del cemento siendo tendido, con un inhabitual techo de doble agua - armatoste de unos cien metros de largo, con todos sus costados bien sellados, sobre ruedas, de hecho sobre los mismos rieles que la maquinaria, para ir corriéndolo junto con la maquinaria; y detrás, con un color blanco muy inhabitual en la cinta de cemento ya terminada, serpenteando así por las suaves ondulaciones hasta el infinito.


El techo blanco y toda la maquinaria