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todavía andaban en tropas de hasta varios miles, vistos por los viajeros de entonces? ¿Dónde están los millones - probablemente decenas de millones de guanacos, se calcula - que llenaban esta Patagonia antes de la masacre por los Europeos?

▪ Luego, el drama de un guanaquito separado de su mamá guanaca, quién sabe por qué travesura, del otro lado de un alambrado, y galopando a su largo en busca de algún medio de reunirse, pero no encontrándolo.

▪ Luego, un cuadro de muerte. Otro guanaquito, con menos suerte todavía que el primero, colgando, ya desecado, entre los alambres del cerco que probablemente había tratado de saltar pero en el cual se había enredado hasta morir y quedarse en una posición de salto grotesco hacia la eternidad.

▪ Luego, otro cuadro de muerte. Un pájaro de rapiña, voluminoso, un águila con pico y garras muy respetables que, increíblemente, también se quedó enredado, pero quién sabe cómo, en el mismo alambrado, y ahora cuelga con las alas a medio abrir, movido incesantemente por las ráfagas del fuerte viento, como en un vuelo final hacia la eternidad.

Estamos de vuelta en el camino principal, el cual nos está llevando por una alternación, de penellanuras, que todavía delatan su origen de fondo de algún lago o mar, y de agrupaciones de colinas y mesetas; con la Cordillera, lejísimos en la línea de horizonte a nuestra derecha.

El camino, de ripio se entiende, es sorprendentemente bueno, permitiéndonos una velocidad alrededor de los 70/80 kilómetros por hora.

Hay pocas ovejas, pero las que hay siguen disparando al galope a nuestra llegada, confirmándonos siempre la escasez de tráfico por estos lugares. Parece que por aquí, en vez de criar ovejas de lana, se especializan en criar ovejas de carrera.

El Sol está todavía alto en el cielo, pero ya son las 20. Nos estacionamos para la noche al borde de este camino sin tráfico en el medio de esta estepa barrida por el viento. Este ulula incesantemente, pero, por su ángulo de incidencia con el coche, no lo mueve.

Veremos a qué hora oscurece.

Ya está, pero la curiosidad nos llevó por la nariz más tiempo de lo previsto.

* Cuando el Sol desapareció detrás del horizonte, la luz roja encima del horizonte no quiso irse, y la luz ambiental no quiso irse, en aparente estatismo.