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miércoles habíamos llamado para confirmarlo; incluso pedimos específicamente que se fijaran si el eje tenía los seis pernos. Sí, tenía los seis pernos, se nos había confirmado.  Perfecto.

Con alivio, empezaron a desembalarlos para verificación. Debalar sería una mejor palabra; embalar-debalar; así como, embarcar-debarcar ¿no cierto? El primer repuesto en salir a luz fue el eje. ¿Cuántos pernos tenía? Pues ¡cinco! Un relámpago cayendo sobre el mostrador no hubiese causado más efecto. Después del natural remolino, de una profunda desanimación, de un poco de fantasear cómo se podría tomar uno de los pernos como base y perforar cinco agujeros más, en hexágono, sin debilitar indebidamente la cabeza del eje, y de consultas telefónicas con Santiago, se estableció que se había producido un error en la mercadería. Pero, ironía de ironías, después de tanto comparar y oponer la ineficiencia de ciertos países y la eficiencia de otros, el error no era de nosotros en el pedido, no era de la concesionaria de Santiago, sino que era de la propia magnífica eficiencia vespucciana: el dichoso eje de cinco pernos tenía la cinta identificadora, puesta de fábrica en Vespuccia, como que era de seis pernos.  Muy curioso.

En seguida fue acordado que la casa de Santiago mandaría al instante el eje correcto, que, supuestamente, tendría que estar en Osorno al día siguiente, el viernes, a las 10:30 de la mañana: un servicio rapidísimo y difícil de creer; y sobre tal distancia.

Pero ¿cómo se podía pedir al dueño del taller que se quedara? Pues, sin pedírselo, él mismo aceptó lo inevitable, porque sin él no se podía pasar la aduana, y Karel y él se quedaron la noche en Osorno; y Božka, lamentable- pero inevitablemente, se quedó sola la noche en el vehículo en Bariloche.

El viernes, se materializó el milagro: a las 10:30 en punto, apareció el eje de seis pernos.

El dueño y Karel están de vuelta en Bariloche, con los repuestos, sin inconvenientes en la frontera, pero habrá que ir a pagar los derechos al distinguido oficial, para cumplir con la palabra dada. Y lamentablemente, hoy siendo viernes a la tarde, se podrá hacerlo recién el lunes. Por lo tanto, otra pérdida larga de tiempo porque, según lo convenido, no se podrá armar las piezas hasta haber pagado el derecho, si es que ésta es la palabra correcta.

Un caso bien curioso de confianza aduanera: dejarnos en posesión de los repuestos, sin pago en la frontera, con promesa verbal de pago en la oficina de Bariloche, y de no armar las piezas hasta haber efectuado el pago. Bien curioso.

Por lo menos, será una espera racionalmente apacible, ya que todo parece encajar, para que, día más, día menos, el temor de tener que abortar esta Expedición quede tan sólo como un mal recuerdo, y para que sigamos adelante.