español english français česky

500 kilogramos de basura orgánica de nuestro medio, y producir 200 kilogramos de valiosísimo humus, en reemplazo de abonos químicos, y criar unas 160.000 lombrices de exquisita carne con pocos lípidos saturados y con un elevadísimo 70/oo de proteínas para saludable consumo animal como ser por aves, conejos, cerdos, vacunos, y, en ciertos países, hasta para saludable consumo humano.

* Y todo eso, las lombrices lo consiguen siendo ciegas, si bien pueden distinguir luz y oscuridad, siendo sordas, teniendo poco olfato y sin enfermarse jamás - para envidia, sin duda, de criadores de porcinos, ovinos, vacunos, equinos y demás.

Volviendo a la aparente locura de todo el asunto, cabe tomar tranquilamente en cuenta, que ya Aristóteles, en la Antigüedad, consideraba la lombriz como el arado o el intestino de la tierra; y que, mucho más cerca de nosotros, una mayor base para la fama de Darwin que sus elucubraciones no del todo suyas propias sobre la selección y evolución de las especies, la constituye su estudio: La Formación de la Tierra Vegetal por la Acción de las Lombrices.

Así fue nuestra visita a este criadero de ganado anélido, o ganado oligoqueto, como más se prefiera.

Y ahora, a acercarse a la frontera chileno-argentina por la famosa zona de lagos y cerros chilenos.

Estamos viajando por entre el volcán Osorno y el lago Llanquihue, por un ininterrumpido campo de escorias de muchos tamaños. Debe de haber sido tremendo cuando el volcán las mandaba a llover desde el cielo; pero, por la vegetación que está ocupando la escoria poco a poco, debe de haber pasado ya bastante tiempo desde esa erupción. El camino mismo, más que de ripio escorial es de polvo de escoria.

Hay lindas vistas: ahora, a nuestra izquierda, por encima del lago, de varios cerros, uno de ellos, nevado.

En conjunto, un muy lindo paseo, incluso el Sol se puso temporariamente de nuestro lado.

Lamentablemente, hace ahora varias horas que estamos viajando por caminos de ripio, bastante malos como para limitar la velocidad a unos 30 kilómetros por hora, y, por la pena, ¿qué vimos? Nada. Por lo menos, nada de lo que pensábamos ver.

Por lo que vimos, la tan mentada belleza de la zona de lagos se limita estrictamente a cada lago y su vecindad más inmediata. Entre lagos, vimos una campiña que luce bien por donde se la mire, en sus abundantes pastajes, grandes casas de campo de madera, hermoso ganado de primera categoría, electrificación por doquier. Pero esto no es material de belleza de fama turística, y no se merece aguantarse tantas sacudidas como nos aguantamos.