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⇒→⇒ Para empezar, no cualquier témpano se presta a la operación. Tiene que ser un témpano tabular, plano, liso, sin vacíos internos (éstos se pueden detectar por radar), joven (dos o tres años de su desprendimiento del continente), y de un tamaño ideal cercano a 1.000 metros por 500 metros, y 250 metros de altura.

⇒→⇒ Luego, ¿cómo llevarlo a destino? Flotando, naturalmente, pero cómo movilizarlo y guiarlo?  No faltan ideas:

   → dejándolo llevar por las corrientes marinas existentes que, en el caso >>>>>chileno, fluyen justamente en la dirección apropiada, de sur a norte;
   → remolcándolo;
   → instalando en él una propulsión eléctrica - de electricidad producida por >>>>>la diferencia de ambitura entre las superficies emergentes e inmersas del >>>>>témpano, que puede  alcanzar,  y sobrepasar, los diez grados centígrados;
   → instalando en él una propulsión a reactores.

⇒→⇒ En un proyecto escolar sobre este tema, unos colegiales / inventores ilustraron, mejor dicho fueron la ilustración de, cómo la sociedad enloquece a la juventud en creer que aun las cosas simples deben, en estos días de modernismo, ser complicadas. Sugirieron los colegiales, instalar en el témpano un velamen, pero no velas así no más, sino, naturalmente, con control "computarizado", según lo llamaron en imitación de sus mayores, para mejor eficiencia de avance; y también instalar monitores de televisión en circuito cerrado para ir evaluando durante el viaje lo que, por lo técnico del tema, sería impropio llamar derretimiento, y habrá que llamar, según la terminología de la literatura especializada, deshielización, del témpano.  Deshielización, por favor.

⇒→⇒ La realidad técnica es que

~ si el avance es muy lento, habrá demasiado derretimiento por tibieza ambiental;
~ si el avance es muy rápido, habrá demasiado derretimiento por roce entre el hielo y el agua siempre renovada;
~ por lo tanto, la velocidad óptima es la velocidad de la corriente marina misma - lo que, por el estatismo mutuo del témpano y de la corriente marina que lo rodea, permite la formación, producto del derretimiento, de un envoltorio protector de agua fría entre el témpano y el agua del mar - o sea una velocidad aproximada, en el caso de Chile, de 1,8 kilómetro por hora, lo que se traduce en una mudanza de cinco a seis meses.

⇒→⇒ Aun en el mejor de los casos, la pérdida por derretimiento durante la deriva sería de no menos de 30/oo hasta 50/oo - pero aun con dicha pérdida, un témpano ideal proveería las necesidades de agua de 200.000 personas durante varios meses; si bien, en la práctica, se derretiría, en destino, demasiado rápido y su agua se alcanzaría a utilizar solamente en parte para las necesidades urbanas de las 200.000 personas, siendo la otra parte, o sea el exceso por derretimiento prematuro, desviada hacia usos del agro.