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árboles, verde claro, en otros, borravino oscuro, color otoñal en primavera. Y estamos todavía en Santiago.

Amanece como media hora más temprano que cuando llegamos a Santiago, y anochece simétricamente más tarde, incluso se cambió de hora de invierno a hora de verano.  Y estamos todavía en Santiago.

Otros árboles adquirieron sus propias flores. Nunca vimos acacias y lilas tan grandes y nutridos. Hermosas glicinas. Castaños de la India con sus flores festejosas como cirios de Navidad, blancos o rosas. Y estamos todavía en Santiago.

Y no por placer. Teníamos que habernos ido rumbo al sur hace ya como un mes atrás. Y estamos todavía en Santiago, agobiados e incrédulos por culpa de un laboratorio fotográfico como no sabíamos que podría existir. Peor que el de Lima, y más irremediablemente dañino.

Sabemos cómo sorprende y luego enoja y desgasta y desanima tener que mandar hacer de nuevo, una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces, 80/oo de las fotografías, y encontrarse cada vez con nuevas sorpresas desagradables que la sola imaginación no podría inventar.

Sabemos ahora cómo es terminar con las fotografías finalmente más o menos en condiciones, pero con una cantidad de negativos arruinados para siempre - entre ellos, los negativos tomados en Ollagüe a más de 6.100 metros de altitud; y con la pérdida de gran parte del tiempo que teníamos para visitar el sur de Chile dentro del plazo que nos fuera otorgado, o mejor dicho otorgado a nuestro vehículo, porque nosotros, como personas, tenemos tiempo otorgado de sobra.

Por lo menos, para dejar prevalecer el optimismo constructivo sobre la amargura nihilista, sentimos que nos enriquecimos, que aprendimos cosas. Fue realmente como una visita más, y con su propio interés, aun sufriéndola, lamentablemente, en emulsión y carne propias. De tal manera que, algún día, podríamos escribir una verdadera enciclopedia de todos los desperfectos en insidioso acecho en un laboratorio fotográfico - todo ello, a pesar de nuestra gran cautela en la elección del laboratorio, y a pesar de haber salido la primera muestra a nuestra satisfacción.

Por ahora, aquí va el resumen de las desgracias:

* Capítulo reveladora.                Párrafo uno, de los rodillos de entrada.

Estos proveen los negativos, indeleblemente y para siempre, de rayitas oblicuas, paralelas de a dos, cada grupo, delicada- y sistemáticamente repetido a distancias longitudinales algo menores que el largo de los negativos, apareciendo, por lo tanto, creativamente, en cada fotografía - para sostener el interés - en un lugar diferente cada vez más hacia la izquierda.