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Pero lo hecho ya hecho. Solamente que no entendemos las mitologías turísticas.

Apenas cruzado el pueblo de San Carlos, apareció por fin el asfalto y aparecieron grandes extensiones de viñedos en todos los estados de desarrollo, pero todos dormidos porque julio es el fondo del invierno.

Estamos en Cafayate y con una sorpresa que, a más de mala, es, si se puede perdonar la redundancia, bastante sorprendente.

Resulta que, del museo de Tilcara, teníamos la información de una cueva de Carahuasi con pinturas rupestres que nos habían parecido muy interesantes, al este del pueblo de Tolombón, cerca de Cafayate - empero sin otros datos que esta vaguedad de ubicación.

En el museo de Salta, habíamos tratado de conseguir mayores detalles, pero nadie, del concilio de arqueólogos presentes, conocía tal cueva de Carahuasi; si bien sí pudieron darnos detalles sobre la cueva que ellos llaman de Guachipas y que nosotros ahora vemos que sería mejor llamar de Casa de Arcos, por su paraje más inmediato.

Como otro recurso indagatorio, recién fuimos al museo local de Cafayate. El mayor dato y la mayor sorpresa que conseguimos fueron que no hay tal cueva Carahuasi al este, o en ninguna otra dirección, de Tolombón o de Cafayate.

Consultando diligentemente un libro, el muy amable fundador, dueño y director del museo, exhumó el dato de que la cueva de Carahuasi - o Cara-Huasi - se encuentra a orillas de un río Carahuasi cerca de un cerro de Las Bolsas y en frente de una cuesta de La Mesada, todo ello no muy exacto por cierto, pero lo suficientemente, como para significar dolorosamente que la cueva debe de estar en la mismita zona donde tan penosamente ya anduvimos ayer mismo.

Y sin duda se trata de la cueva que nos interesa porque una lámina del libro ilustra exactamente los dibujos que nos interesan. Y nosotros, ahora, ¿qué? ¿Cómo puede ser que el museo de Tilcara, respaldado por una universidad, ni siquiera de Salta sino de Buenos Aires mismo, confunda la gente con información tan errónea - y es ésta la única información que se nos dio por verificar; quién sabe cómo serán las otras informaciones expuestas. ¿Y cómo puede ser que, en el museo de Salta, conocían en detalle una cueva pero desconocían totalmente otra - y mucho más famosa, creemos - en algún lugar en la vecindad de la primera?

Y ahora ¿qué?  Nosotros, víctimas de la doble trampa de una información errónea y de una ignorancia inexplicable.  ¿Regresar a Guachipas-pueblo, volver a preguntar? ¿Arriesgar centenares de kilómetros para buscar un alfiler en una parva?

Felizmente, anocheció, y felizmente lo único que se puede hacer ahora es dormir.  Mañana veremos.