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La misma función administrativa se podría lograr con una calcomanía, la tercera parte o la cuarta parte de ésta, y además pegándola, como lo hacen en México, en un vidrio lateral del vehículo para no arruinar la vista frontal de las bellezas mexicanas; y, en México, ni siquiera esto tuvimos nosotros. Así que, por ahora, no vamos a pegar nada.

Con todo lo anterior, se hizo de noche. Vamos a dormir aquí mismo, al lado de la aduana.

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Hoy, el día empezó con un buen susto que tendrían que haber compartido con nosotros todos aquellos soñadores irrealistas que nos dicen, con su mejor sonrisa y su más amable voz: "Ay, qué lindo es viajar así".

Cuando Karel movió el coche de su lugar nocturno, Božka, en su obligatoria inspección del lugar, detectó una mancha húmeda que no fue posible identificar en seguida como agua, aceite o nafta, por ser el lugar bastante arenoso.

Pronto descubrimos qué era: la manguera del radiador, la otra. Con la reciente experiencia a la salida de Toledo, era como para desanimar a cualquiera. Pronto se comprobó que era solamente una abrazadera un poco floja, nada sorprendente después del purgatorio de ayer, pero, mientras duró la incertidumbre, no fue nada agradable porque en San Antonio de Los Cobres habrá mucho cobre pero seguramente ninguna manguera.

A unos 4.050 metros de altitud, una tremenda bajada. Ya vimos bajadas abruptas, con el camino doblado apretadamente sobre sí quince o veinte veces, como una serpiente friolenta, pero, aquí, hay más; el camino, visto así desde arriba, es mucho más complejo que simples pliegues y repliegues: hay cruces a ángulos rectos, y hay bifurcaciones en Y. Difícil de entender qué pasa. ¿Cuál es el porqué de semejante embrollo?



El embrollo de caminos

Ya está, hay dos caminos entrelazados: el básico, de las serpentinas de conformación tradicional, y otro, como cortada cruzando el anterior por declives mucho más pronunciados, con mucho menos curvas, y con distancias drásticamente acortadas, de modo que - nos imaginamos, porque tráfico no hay - cada vehículo, según su peso y agilidad y el temperamento del conductor, baja o sube por uno o por otro recorrido, probablemente subiendo por el más zigzagueante y más suave, y bajando por el menos zigzagueante y más abrupto. Vimos muchas cosas en caminos de montaña, pero esto nunca.

Nos quedaremos aquí para desayunar, para ocuparnos de los habituales quehaceres conectados con el paso de un país a otro, y para disfrutar, al mismo tiempo, del ambiente.