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divisar en la lejanía el sudario azulado escupido por las chimeneas de Chuquicamata. La Cordillera, de joven y prístina, detrás de nosotros, otra vez se volvió púdica y tristemente azulada, delante de nosotros.

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Hoy, cuarto día desde nuestra salida de Ollagüe; Iquique.

Estamos pasando la mayor parte del día en un taller mecánico, pagando las consecuencias de viajar tanto por caminos tan malos. Están arreglando la pérdida de agua en el sistema de calefacción, causada por aflojamiento de la soldadura de uno de los tubitos del calefactor, como consecuencia de las numerosas e infernales calaminas de los caminos desde que entramos a Colombia.

Y ayer pagamos otra consecuencia de la calamina: aquella batería de gran marca, buen renombre y abultado precio que compramos en Lima con una garantía de 5 años, y comprada hace apenas 6 meses, rindió su alma y tuvimos que comprar una batería de poco renombre, poco importe, poca capacidad y poca promesa, lo mejor que se pudo conseguir en Iquique.

Mientras esperamos el arreglo, aquí van observaciones varias.

║ Desde que estamos en Chile, nos sentimos en santa paz en cuanto a los niños. No más confrontaciones por toda una variedad de razones. Describir los niños chilenos como educados o respetuosos sería inadecuado; hay que llamarlos fantasmales, deslizándose por las calles sin el menor contacto con nosotros, como si fuéramos, ellos y nosotros, en dos dimensiones diferentes del mundo - lo que tampoco nos parece muy bien porque nos gusta la curiosidad natural de la juventud, siempre que se manifieste con el debido respeto de la propiedad ajena, como ocurrió escasas veces en el pasado en otros países, cuando, por iniciativa respetuosa de unos escolares, se había entablado una bienvenida conversación.  Veremos cómo serán los niños en las ciudades más grandes.

   Y, coincidencia de coincidencias, aquí, en Chile, los niños no se los lleva encarcelados en las bolsas dorsales fuera de alcance táctil de su mundo.

En Chile, hay también retenes de policía en las carreteras, y, para nosotros, cualquier retén que no sea el de la frontera misma ya es de más, pero éstos, chilenos, por alguna razón, son menos ofensivos que en los países donde los sufrimos hasta ahora - salvo en Guatemala donde no nos molestaron porque el país está evidentemente en estado de guerra. Quizás sean éstos, chilenos, menos ofensivos, porque se encuentran en sitios donde puede haber lógica para su presencia, porque son puestos bien mantenidos, y con carabineros amables y con los cuales no habrá discusiones, ya se sabe de antemano.