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Mañana, veremos el estado del tiempo y todo lo demás, inclusive la preocupante y enojosa pérdida de la manguera; enojosa porque la culpa la tienen los augustos ingenieros que diseñaron este vehículo, de famosa marca, porque las mangueras del motor a la calefacción pasan exactamente por encima del orificio por donde hay que verter aceite al motor, por lo que, cada vez, hay que empujar bastante enérgicamente dichas mangueras hacia un costado, y probablemente fue ello que causó la pérdida.

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Esta mañana, nos encontramos con una renovación del panorama, y con la contestación a uno de nuestros interrogantes.

El cielo, ya no estaba totalmente tapado como ayer, estaba medio nublado - o medio soleado, según cómo se quería mirar las cosas, pero, sobre todo, muchos de los cerros lucían una nueva capa de nieve, y cuanto más altos, más encapuchados estaban. El Aucanquilcha estaba totalmente tapado de pie a cabeza. Seguro, a simple vista, que estaba inalcanzable para los trabajadores de la mina y cualesquiera otros.  Con todo, decidimos ir al campamento base de la mina, a ver, de pura curiosidad, si realmente sería así.

Empero, primero, ¿qué pasaba con la pérdida de agua? Echamos a andar el motor, y sí, la pérdida de agua seguía; no solamente por fuera, hacia el motor mismo, sino también por dentro, dentro del coche, lo que nos hizo temer que quizás había no meramente una mala conexión sino una rotura de la cañería interna del calefactor.

Decidimos ir a la mina con el tapón del radiador medio flojo, como habíamos hecho a nuestro regreso a Oruro, para evitar, esta vez también, la formación de presión y, quizás, la pérdida.

Pero, esta vez, el resultado neto fue que, en el medio del desierto, camino al campamento, la aguja del termómetro del motor fue subiendo y subiendo hasta que quedó evidente que no se iba a estabilizar a ninguna calentura aceptable, y tuvimos que detener la marcha; sin agua en el radiador porque se había evaporado. Cualquiera sin agua y/o anticongelante de reserva ya hubiese estado varado, a la merced de los acontecimientos; pero nosotros, con nuestra reserva de agua - y anticongelante - volvimos a llenar el radiador, cerramos el tapón totalmente, y volvimos a foja una, a saber que el motor no recalentaba, pero sí se producía la pérdida.

Así llegamos hasta el campamento de la mina. Un campamento así tiene muchos recursos, incluyendo un mecánico. Este hizo lo que nosotros pensábamos que había que hacer: desconectar totalmente el circuito de calefacción, del motor, como medida provisional hasta poder hacer revisar integralmente mangueras y calefactor; quizás en Chuquicamata.