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→ También vimos unos restos de telas, varias de ellas, multicolores, por lo que las del Perú no son las únicas que llegaron hasta nuestros días.

Siguiendo hacia el sur, vimos ya más grupos de geoglifos. Parece que era una costumbre bien difundida la de llenar laderas con estos geogarabatos.

Ninguno de los que vimos recién se puede equiparar, ni remotamente, con los que vimos ayer en los Cerros Pintados. Si estos dibujos fuesen de fecha reciente, nadie ni los miraría.

De todos modos, a más de las preguntas habituales de, quién, cuándo, por qué, se presenta la interrogante de, de qué vivían los pueblos que dedicaron parte de su tiempo a estas representaciones; porque, evidentemente, debe de haber llevado tiempo hacer estas creaciones, y el ambiente es tan hostil que ni siquiera se entiende cómo alguien pudo haber sobrevivido aquí aun esforzándose 25 horas por día, y menos se entiende que haya podido dedicar horas para una tarea no inmediatamente relacionada con el llenado de la panza.

Božka sugirió que quizás en otros tiempos el clima era más propicio, pero ella misma, en seguida, hizo la observación de que la manera misma de lograr estos geoglifos, o geostampas, removiendo o acumulando piedras, y despejando así el terreno desnudo por debajo, está predicada en la ausencia de cualquier vegetación y más bien en la presencia justamente de la aridez de piedras y tierra de hoy.  ¿Entonces?

Seguimos siempre hacia el sur por una carretera siempre asfaltada, si bien no tan buena como la encontramos después del desierto de Tarapacá. Y siempre el infinito e implacable desierto. Es éste, ahora, el famoso, o infame, desierto de Atacama, célebre por no tener parangón entre los otros desiertos de la Tierra, por tener lluvia tan sólo cada 25 años o menos, y por la absoluta ausencia de vida en cualquier forma. Seguramente así será porque así lo dicen los entendidos, pero, a nuestros ojos, esta parte de lo que, en esencia, es el mismo desierto sin fin que estamos viendo ya desde el norte del Perú no parece peor que otras partes anteriores del mismo desierto, ya que algunas de las partes que ya vimos no podían haber sido más implacables de lo que son. En cuanto a la camanchaca de esta madrugada - ¿habrá sido una de aquellas excepciones del siglo, o en adición a ellas?

Tráfico casi nulo, quizás un vehículo cada quince minutos en esta famosa e ilusoria Panamericana.

A nuestra izquierda, en la gran lejanía, la Cordillera; y a nuestra derecha, menos lejos, las serranías arcaicas que nos separan de la costa - continuación de lo ya comentado en el Perú.