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Mirando el tráfico pasar, en seguida es evidente la disciplina de los conductores; por ejemplo, indicando cada cambio de dirección con las luces direccionales.

Y ahora, que está anocheciendo, milagro de milagros, todos los vehículos tienen sus luces reglamentarias, adelante y atrás, en buen funcionamiento. El chofer de la Expedición tendrá que acostumbrarse otra vez a manejar en condiciones civilizadas.

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Esta madrugada, Božka está re-aprendiendo a cocinar a una altitud de solamente 1.100 metros. Tiene problemas porque, apenas pone el agua en el fuego y quiere hacer otra cosa mientras tanto según tuvo que acostumbrarse allá arriba para ahorrar tiempo, el agua aquí ya le hierve, comparado con los veinte minutos que tardaba allá arriba para entrar en ebullición.

Estamos viajando hacia el sur, hacia un desvío que nos llevará hacia el puerto de Iquique. Veremos si conseguimos un taller para hacer cambiar el retén de aceite, y si conseguimos informaciones más concretas en cuanto a las posibilidades de llegar a ciertos puntos que quisiéramos visitar antes de pasar a la Argentina, porque, en contraste con tiempos ya muy pretéritos de esta Expedición, cuando sabíamos cuales serían nuestras próximas metas y no había duda de que las podríamos alcanzar, en los tiempos más recientes nos acostumbramos, realísticamente, a tomar en consideración no sólo nuestros deseos sino también las posibilidades técnicas de accesibilidad.

Todo alrededor nuestro es un desierto puro y simple, tan implacable como en el Perú; y es que es el mismo desierto a lo largo del Pacífico que sigue, y por la misma causa: la influencia de la corriente de Humboldt.

Lejos a nuestra izquierda, se va estirando la cordillera de los Antis, origen propio de la denominación Andes.

A nuestra derecha, en el medio del desierto, se perfilan lomas bajas y redondas que parecen una cadena costera que tendremos que cruzar para bajar propiamente al nivel del océano Pacífico.

La composición del desierto es muy variada: conforme viajamos, pasamos por áreas ya sea mayormente pedregosas o mayormente arenosas.

En un sitio donde recién nos paramos para dar un paseo por el desierto, el terreno resultó ser tan fino y suelto, y tan frágilmente llevado por el viento, que debe de ser cenizas - si bien no nos imaginamos de qué volcán pueden haber venido.