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Precisamente hoy se nos ocurrió una teoría para explicar esta compulsión de tocar cosas, teoría basada en las innumerables veces que observamos esa compulsión dirigiéndose no solamente contra nuestro vehículo sino también contra cualquier otro vehículo y hasta contra paredes. Vimos, muchas veces, niños caminando por la calle y arrastrando sus dedos o manos enteras a lo largo, de todos los coches estacionados en hilera, o de todas las paredes, aun las más rugosas, de los edificios a lo largo de la vereda. Parecería como si los niños, aunque ya de edad escolar inclusive, todavía estarían en el estado evolutivo primitivo de descubrimiento táctil del mundo. Pero, ¿por qué sería así?

Se nos presentó la conexión, hoy, que dicha compulsión táctil de los niños la observamos esencialmente en aquellos países donde los infantes hasta edad bien avanzada están siempre llevados en los ponchos en las espaldas de las madres; no así en aquellos países donde los niños se pueden arrastrar por el suelo desde pequeñitos. Y la teoría sería que, si bien los ponchos son un muy confortable nido ambulante para el transporte de las criaturas, también son estos ponchos una cárcel que separa permanentemente la criatura del contacto táctil con el mundo alrededor; dicho en vernacular andino, más especialmente peruano, la teoría sería que las guaguas están demasiado quipichadas; y quizás sea para compensar esta imposibilidad de descubrimiento del mundo táctilmente cuando pequeñitos que los niños lo van descubriendo todo cuando ya grandecitos. Léxico: guagua = criatura; quipichar = llevar en la espalda.

Sea como fuere, para nosotros es un permanente dolor de cabeza, porque, naturalmente, teniendo estos niños más fuerza que los infantes, sus contactos táctiles muchas veces se traducen en roturas, raspones y cualquier cantidad de otros perjuicios. Tenemos gran curiosidad de ver cómo serán las cosas, los niños, los caminos, la disponibilidad de comidas y otros productos, en Chile y en Argentina, y los demás países que tenemos todavía por delante.

Por lo pronto, mañana por la mañana pues, hacia Chile.

Nos preguntamos cómo será el camino de aquí a allá; después de lo que vimos de Toledo a Sabaya, cualquier cosa es posible. Sin embargo, de Sabaya a la frontera, será un camino de serranía, por lo tanto, no tendría que tener los problemas, ni de las pampas de arena y de salitre, ni de las huellas trenzadas; pero capaz que presente otras características no menos dificultosas, quién sabe. Por lo menos, todo el mundo está de acuerdo que luego, en Chile, los caminos no son tan malos como en Bolivia.

Y tenemos una nueva preocupación mecánica: Karel descubrió que un retén de la caja de transmisión tiene una pequeña pérdida del aceite de engranaje. La cuestión es, ahora, si primero llegaremos a un lugar donde se pueda hacer arreglar o si primero se agotará el aceite. Lo peor y paradójico del caso es que Karel, ya en La Paz, había notado que el retén se humedecía un poco, y lo había mostrado a los mecánicos, pero estos genios le habían asegurado que así >>>>>>>>