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* Tuvimos que comprar otra vez querosén, y otra vez tuvimos que correr quince minutos de coche, no en cualquier momento, sino de mañana de día hábil solamente, a un surtidor asediado por una muchedumbre, y tuvimos que avenirnos a pagar un sobreprecio para evitar horas de cola.

* Y comprar nafta es otro tanto. No se puede comprar sin hacer cinco o diez minutos de cola, con una mezcla heteróclita y poco compatible de coches, camiones y autobuses; y, una vez, nos ocurrió que, después de hacer cola, ni siquiera llegamos al surtidor por haberse agotado la gasolina. ¿Cómo se las arreglan en Vespuccia o en Canadá para que nunca haya cola en los surtidores y nunca se mezclen en una estación de nafta elementos tan dispares y de peligrosa coexistencia como camiones, autobuses y coches de pasajeros?

  Y hay que ver cuando la cola se extiende hasta entorpecer el tráfico de la calle. Una vez, nos detuvimos en la calle detrás de una línea de vehículos, creyendo que estábamos esperando que se mueva el tráfico, cuando eventualmente nos dimos cuenta de que la línea nos estaba llevando a un surtidor de gasolina.

* En estos días, también tuvimos nuestro tercer caso de ¿ladrón-terrorista-ideólogo? disfrazado de buscador de llaves perdidas debajo de nuestro vehículo. El ser el tercer caso de la especialidad delictiva paceña sería sólo mencionable, pero lo que lo hace notable es el lugar donde ocurrió.

   Lamentablemente, cuando ocurrió el hecho, Božka estaba sola en el vehículo y Karel estaba haciendo una diligencia; si no, esta vez, por ser la tercera vez, el ¿ladrón-terrorista-ideólogo? de turno, en estos momentos, tendría dos dientes de menos.

  Pero Božka se defendió muy bien. Agarró al individuo por la camisa y el pantalón y lo sacó de debajo del vehículo. En el proceso, se le cayeron de un bolsillo al individuo unos billetes de banco y un cigarrillo. El atorrante, descarado o inconsciente, por colmo, quiso volver debajo del vehículo para recuperar lo caído, pero Božka lo agarró por el cabello con toda su fuerza enojada - y su fuerza, aun más plácida en circunstancias más civilizadas, suele sorprender a la gente que no espera tanta energía en tan pequeño paquete - y le obligó a abrir las manos, a ver qué podría tener escondido, de manera tal que el individuo no insistió, y de manera que heredamos dos billetes de banco y un cigarrillo, probablemente ambos robados. El cigarrillo, lo inutilizamos para que no pudiera dañar a nadie, y los dos billetes, los tenemos de recuerdo.

  Muy bien, pero, ¿y lo notable en lo susodicho? Nada. Lo notable está en el sitio donde ocurrió lo dicho. Justito frente a la cárcel - frente a la Penitenciaria Nacional, por su nombre oficial. Cuando Karel se enteró de los sucesos, se fue a uno de los varios guardas apostados, rifle en mano, y le dijo cómo podía dejar perpetrar un robo o tentativa de robo a diez pasos de su >>>>>>>>