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visita al observatorio de física cósmica, la granizada había hecho la situación tan precaria que habíamos dado prioridad absoluta a bajarnos de ahí, olvidándonos por completo, en el momento, de que, por las circunstancias, no cumpliríamos el otro propósito, si bien segundario, de nuestra subida a Chacaltaya, el de subir del observatorio a 5.230 metros de altitud al pico mismo del cerro a 5.600 metros, a ver qué tal es la sensación a tal altitud. Y naturalmente, siendo como somos, que no nos gustan las cosas a medio hacer, se nos impuso ipso facto el proyecto de rectificar la situación, de subir otra vez al observatorio con el coche, y luego escalar hasta el pico.

Lamentablemente, antes de que pudiéramos ejecutar lo dicho, o sea antes del día siguiente, se presentó mal tiempo. Decidimos esperar al día subsiguiente, pero el mal tiempo persistió; y día tras día, tras día, tras día, sin fin a la vista. Y nosotros, que no nos gusta abandonar un proyecto así no más, esperando, y esperando, y esperando, testarudamente; una cosa es simplemente decir que esperamos tantos días, y otra cosa es estar esperando cada uno de estos días, pacientemente de la mañana a la noche, pacientemente de la noche a la mañana, siendo los únicos cambios en el tiempo, de lluvia a granizo, de nubes a neblina, y viceversa.

Todo cuanto para algo bueno fue. Eventualmente, se nos ocurrió ir a la oficina de meteorología del aeropuerto a ver si, con su bola de cristal, podían predecir cuándo terminaría la racha. No pudieron predecir muy bien porque, nos dijeron, era un fenómeno totalmente fuera de lo común en esta temporada; pero nos dieron otra razón para aguantar esta espera, explicándonos que el sistema se extendía sobre todo el altiplano, incluyendo la zona del salar de Uyuni, por lo que, evidentemente, no teníamos ningún apuro de llegar a dicho salar con tiempo tan inestable.

Finalmente, después de quizás dos semanas de espera - no sólo por Chacaltaya ahora, sino también por Uyuni - lo que fue anteayer, el tiempo por fin tornó a bueno y despejado, por lo que ayer aprovechamos, sin más, la oportunidad para efectivar nuestra rectificación, temiéndonos empero mucho que las cosas no serían tan fáciles como hubiese sido deseable, o que, quizás, serían del todo imposibles, porque, naturalmente, las precipitaciones de esos quince días anteriores no habían hecho discriminación entre el altiplano y los cerros cordilleranos, y cada vez que había caído lluvia o granizo en el altiplano, había caído granizo o nieve allá arriba.

Lamentablemente, nos encontramos con que nuestros temores eran por demás bien fundados: mientras, en nuestra primera subida al observatorio, nos habíamos topado con nieve dificultosa en los últimos kilómetros solamente, ayer, nos encontramos con nieve imposible varios kilómetros más bajo ya en la ladera. La alternativa era abandonar y regresar, o dejar el vehículo donde estaba y seguir a pie - con todos esos kilómetros extra de pendiente nevada en ese aire enrarecido con aun menos oxígeno que al cual ya estamos acostumbrados en los 4.000 metros - para alcanzar el observatorio - y luego emprender la escalada final.