Los pocos poblados, naturalmente, no tienen nombres a la vista; hay que ir preguntando.

El ambiente es semi-desértico, con cactos y arbustos de espinas, y es mejor apto, por lo que vemos, para cabras, de las cuales se ve manadas bastante nutridas; solamente en escasos lugares privilegiados se ve reducidos cultivos.

Vimos nuestro primer animal realmente salvaje desde que estamos en América del Sur, un zorro - en contraste con toda la fauna que vimos en América septentrional.

Vimos varios ejemplares de una indumentaria indígena diferente de cualquier cosa vista anteriormente. Para cambiar, la lucen los hombres. Consiste de, un pantalón corto hasta sólo un poco debajo de las rodillas, muy ancho, de color claro; de una blusa más que camisa, de tela gruesa y color oscuro; y de un sombrero cuya descripción menos inadecuada sería de un casco dejando la frente libre pero ajustándose estrechamente por encima de las orejas. El pantalón corto es reflejo, naturalmente, de la ambitura bastante elevada y con humedad, reflejo, a su vez, de la altitud de solamente unos 2.000 metros.

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Por más serpenteos verticales y horizontales, no menos arduos que los de ayer, llegamos a Sucre.

Es ésta una ciudad que, vista desde arriba, casi cabe en la palma de una mano, y vista por dentro, es una ciudad provincial cualquiera que ni se notaría si no fuera por su condición híbrida, de capital que el propio gobierno desertó, pero a la cual a nadie se le ocurre dar el golpe de gracia constitucional de desinvestirla de su título, dado por la constitución pero negado por la práctica; por todo lo cual, es ciertamente innecesario molestarse hasta aquí, y sería ciertamente innecesario aun si las carreteras fuesen asfaltadas; todo lo cual, a su vez, no nos impide ver y apreciar la habitual plaza central, o de Armas, como se suele llamar, con la acogedora sombra de su frondosa arboleda como no la hay nunca en los pueblos de América septentrional.

Más por costumbre que entusiasmo, visitamos dos iglesias y un monasterio.

>  La catedral está mantenida a un paso del decaimiento total.

> La iglesia de San Miguel tiene, su cielorraso de madera, con motivos geométricos moriscos; su altar, de oro sin chispa artística; y una pila bautismal, de alabastro forrado de plata, combinación quizás promisoria en teoría pero perfectamente apagada en esta realidad. Sin embargo, también hay >>>>>>>>