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que sea como es habitual, ir y venir, lo que indica que las piedras, o algunas, simplemente fueron sacadas de la vía por el primer camionero que las encontró. Todo esto parece bastante infantil; parece que, en Bolivia, ni siquiera una huelga la pueden llevar adelante con eficiencia.

Al anochecer.

Estábamos todavía estacionados en nuestra confortable explanada a la entrada del pueblo - desde donde se domina la vista del pueblo - cuando nos pareció detectar, viniendo del pueblo, un hormigueo de gente; con los prismáticos, vimos que eran seguramente más de cien campesinos moviéndose lentamente por la carretera - no se sabía con qué próposito, pero seguramente relacionado con las manifestaciones y los bloqueos, y no se sabía hasta dónde se dirigían, pero, de seguir camino, hubiesen llegado hasta nosotros. Para no estar tan expuestos y vulnerables, nos corrimos en un santiamén a la estación de servicio, a cien metros de nuestra plataforma - nunca es muy tranquilizante ver moverse una muchedumbre cuyos integrantes, es sabido por definición, abdicaron sus habituales normas de conducta, generalmente benigna, y están condicionados a hacer cualquier enormidad que no harían como individuos.

Felizmente, entre el pueblo y nuestro puesto de observación en el surtidor, hay un puente, y es donde el remolino humano se asentó como un enjambre de insectos; parece que allí van a bloquear; aquí, parece que, por ahora, estamos a salvo.

Estuvimos observando un rato. No se entiende la cosa. Con el poquísimo tráfico que hay, llegaron tres vehículos; la amalgama humana les mantuvo cortado el paso unos minutos y luego se apartó para dejarlos pasar; vino otro vehículo, y lo mismo; o se hace un bloqueo o no se hace - no se habla de violencia pero sí de firmeza en un propósito en el cual se cree.

Cuando anocheció por completo, la masa oscura de gentío se disolvió en la oscuridad. De todos modos, y por las dudas, en vez de pasar la noche en el pueblo, la pasaremos aquí, en la estación de servicio.

El dueño, humilde, de este surtidor de campaña, humilde, y con una vivienda super-humilde, nos comentó, entre otras cosas, que ojalá vuelva un gobierno militar porque bajo los militares, nos dijo, había disciplina, se trabajaba y las cosas iban mejor - y nos invitó a compartir su cena de papas con carne con papas con pescado, o sea un tipo de papa, papalisa que la llaman, preparada con pedacitos de carne vacuna desecada, y el tipo de papa común, hervida, y pescado frito; nunca comemos fritura pero ¿cómo podíamos haberle dicho que no?

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