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Nos preguntamos cómo una isla verdaderamente flotante de totora puede soportar semejantes estructuras. ¿No será que las islas son flotantes solamente en parte? ¿Y cómo renuevan la totora debajo de los galpones de chapa ondulada? Se dice que la profundidad del lago Titicaca llega a 280 metros pero es obvio que, por lo menos por aquí, se trata más de un estero que de un lago.

Hay que reconocer que, en otros tiempos, cuando todo era totora, y totora solamente, y no había lanchas a motor, y no había turistas, los Uros estaban bien separados, escondidos, camuflados, en sus moradas lacustres, confundidos con hectáreas y hectáreas de totora creciendo de la poca profundidad en este ancón del lago.

En la navegación de vuelta, siguió el día.

Nuestro nauta, un Aimará de más pura cepa - o sea, éste en particular, de obscuro semblante simiesco y con manos como para inmovilizar un toro por las astas - de repente paró el motor en el medio del lago, y sin más ni más anunció que, para seguir viaje al muelle, exigía un sobreprecio más allá de lo pactado y pagado. Hay que imaginarse estar en esta pequeña lancha en el medio del lago, con el motor apagado, en manos de este extorcionista parahumano apenas sabiendo hablar castellano y con facultades de percepción y expresión de las más limitadas salvo para extorcionar. En el primer instante, muy naturalmente, nos rebelamos; en el segundo instante, Božka tuvo la inspiración y cordura de hacerse la gran diplómata; de confrontación, dio media vuelta a acquiescencia, y que sí, naturalmente, le íbamos a pagar apenas nos dé un recibo en el muelle; recobró vida el motor; en el muelle, mientras él estaba ocupado atracando su lancha, saltamos a otra lancha, otra lancha, y al muelle, y fuimos a la capitanía del puerto a hacer la denuncia.

Esto y el peaje de la mañana, ya era demasiado.

También fuimos a la policía a hacer la denuncia del peaje.

Luego, quisimos comprar una tarjeta postal.

Nos encontramos con otra maniobra, maniobra que ya habíamos enfrentado en varias aventuras iguales previas, pero que, acumulándose en este día de hoy con todo lo anterior, merece mención; tanto más que, mientras esta maniobra estaba en curso, en ella se injertó otra maniobrita por otro individuo, por cuenta propia, sin relación con el primero.

La maniobra es, de parte de ciertos comerciantes, no tener o pretender no tener, cambio para vuelto, de manera a obligar la gente a dejar un valor mayor del valor anunciado de la mercadería; en nuestro caso, por esta tarjeta cuyo precio era 750 soles, si hubiésemos seguido la corriente de la puestera, le hubiésemos dejado 1.000. No; fuimos a buscar cambio; conseguimos cambio de 500, que fue donde se injertó la otra maniobrita por separado; el buen samaritano con una sonrisa angélica nos entregó una pila de monedas que, una >>>>>>>>