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/*/ En el Huaina Pijrchu, justo antes de llegar a la última cresta, hay unos andenes que se supone de cultivo y que, por su tan difícil acceso, se supone que pueden haber sido de cultivos rituales.

/*/ En Machu Pijrchu, como en Pisajr, hay la misma plataforma horizontal provista monolíticamente en su centro de un mojón. Y como en Pisajr, el propósito era de observación y de culto del Sol - resultando, quizás entre otras cosas, en una diestra prestidigitación cósmica por parte de los sacerdotes, una vez al año, para alivio de una ansiedad entre las masas e indudable fortaleci-miento de su propia importancia e imprescindibilidad en la sociedad.

    Los astrónomos-sacerdotes incaicos tenían calculada con precisión la llegada de los aparentes solsticios (detención del Sol) y de los equidiurnoccios. Y una vez al año, para el geotropio de invierno - el aparente solsticio (detención del Sol) de invierno - cuando el pueblo se desesperaba de que el Sol, con todos sus beneficios, iba a seguir alejándose e iba a deslizarse fuera de alcance, los altos sacerdotes, armados de sus cálculos, intervenían en el día oportuno y "lograban amarrar el Sol" al mojón, detenerlo unos días, y hacerlo retroceder en la dirección de donde había venido. Los sacerdotes sabían que era la inevitabilidad del aparente "solsticio", pero las masas creían que era el poder de los sacerdotes. Por ello, el nombre quechua del mojón vertical sobre su plataforma horizontal es inti huatana, lo que significa amarradero del Sol. Percatándose los invasores de la importancia de estos inti huatanas en la sociedad incaica, destruían cuantos encontraban; pero como nunca tuvieron el gusto de llegar a Machu Pijrchu, no tuvieron el gusto de vandalizarlo.

/*/ Finalmente, mirando desde Machu Pijrchu, por encima del abismo del río Urubamba, hacia los cerros del poniente, y dejando el pensamiento proyectarse todavía más allá, es fácil hacer contacto mental con el capítulo final del hundimiento del  imperio  incaico, en el hundimiento del neo - o sea pos-invasión - imperio incaico que trató, pero no pudo, sobrevivir.

    Después de la exitosa conquista - mejor dicho, recuperación - de la fortaleza de Sajrsayhuaman y después del fracasado sitio de Cusco, ambos por el neo-inca Manco Jrápaj II - lo que ya rememoramos durante nuestra visita de Sajrsayhuaman - Manco Jrápaj II y sus seguidores resolvieron refugiarse en un lugar seguro para fundar un nuevo imperio incaico. Aquel lugar seguro es esta vasta región al oeste de Machu Pijrchu. Allí, Manco Jrápaj II dio dos capitales a  su nuevo  territorio: Vitcos, la capital política, y Vilcapampa o
-bamba, la capital religiosa.

    Este núcleo de nuevo poder incaico detrás de aquellas sierras empezó a hostigar a los invasores, por lo que éstos, primero, lograron asesinar a su fundador, Manco Jrápaj II; y, dos sucesores neo-incas más tarde, decidieron destruir el neo-imperio por completo, y, con sus armas de fuego, lo destruyeron. Destruyeron Vitcos, mataron a todos, y trajeron a Cusco el inca de entonces, en 1572, Tupajr Amarú, para asesinarlo públicamente en la >>>>>>>>