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cualquier otro cerro/loma de la zona. Todo cuanto suena bastante natural y coherente, y podría ser interpretado, en base a su valor nominal, como un asentamiento cavernícola en la ladera - cuevas ocurren más en laderas que en llanos - y como su cementerio en el llano, ¿por qué no?

Pero las cosas no son así.

Para empezar, las cosas no son así porque los dos sitios serán vecinos en geografía pero son separados por siglos en cronología. Cavernas, primero; Necrópolis, siglos más tarde.

¿Por cuánto, la diferencia? Mejor no preguntar. Estaríamos otra vez en un desacuerdo de antigüedades. Es cierto que, en cuanto a Paracas-Cavernas, hay más o menos consenso: 700/600 a.C.; pero, en cuanto a Paracas-Necrópolis, encontramos dos opiniones: una, 400 a.C. y otra, c.C.; a elegir.

Luego, las cosas no son así porque - según aprendimos en el museo de sitio, con gran sorpresa inicial, pero ninguna sorpresa cuando nos rememoramos todas las estupideces humanas con las cuales se tropieza a menudo - las "cavernas" de la cultura "Paracas-Cavernas" no son en lo más mínimo cavernas.

Nos costó creer nuestros oídos y nos costó creer lo que nos decía el encargado del museo de sitio, porque su don de claridad y de comunicación no nos resultaba de los mejores, pero nos pareció a la larga indudable que nos explicaba que las llamadas cavernas, en realidad, son puros y simples pozos circulares, cavados verticalmente en el suelo y terminados en su parte inferior por una cámara, o sea que son un pozo con cámara como vimos en Colombia, salvo que, aquí, las cámaras son más amplias, como para albergar treinta o cuarenta fardos funerarios; y sin que siquiera estos pozos con cámara se encuentren, a su vez, según tratamos de aclarar muy cuidadosamente - esperando encontrar quizás así un justificativo de la denominación "caverna" - en alguna cueva o siquiera debajo de un alero.

Es realmente increíble, pero como ya dicho, no es tan increíble; salvo que así, "cavernas", fueron denominados los pozos por no menos que el arqueólogo y héroe peruano Julio C. Tello. Creemos que fue también él quien decidió agringar el topónimo Huari con H en Wari con W, con las confusiones lingüísticas resultantes que anotamos, sin olvidar el agravio a la lengua castellana. Seguramente fue un excelente arqueólogo, pero uno se pregunta dónde tenía la cabeza. Vamos a tener que aclarar en el Museo Regional de Ica si esta increíblemente inepta denominación de cavernas es realmente cierta.

De paso, el sitio llamado Necrópolis es, naturalmente, también un cementerio, y como se encontró trabajos de mampostería, a alguien se le ocurrió llamarlo Ciudad de los Muertos, o sea Necrópolis.