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y armamos un pequeño escándalo; así que, en definitiva, la situación repercutó en nuestro beneficio porque pudimos visitar el museo como si hubiese sido todo nuestro y en la amable compañía de un oficial de la institución, y con la bendición de otro oficial.

Lo primero que escuchamos fue que, en este edificio, se alojaron tanto San Martín como Bolívar; quiere decir que, otra vez, cruzamos pisadas con los dos Libertadores.

Luego, entre otras cosas de circunstancia, vimos la famosa cruz que Pizarro trajo consigo para sus pecados y plantó en la Caleta Cruz, después de debarcar cerca de Tumbes. Sin ninguna razón para ello, nos hubiésemos imaginado una cruz alta, esbelta, de gran envergadura, para impresionar, y de poco peso para llevar. Nos encontramos con todo lo contrario: la ruda ponderosidad de una cruz de dos rústicamente voluminosos maderos.  Sorprendente.

Aprovechamos la oportunidad, naturalmente, para tratar de aclarar dónde, de verdad y en realidad, había debarcado Pizarro. Lo único que pudimos sacar en claro es que, en verdad y en realidad, nadie en el museo sabía más que nosotros; lo mismo que hay, según nos dijo nuestro mentor, desacuerdo en cuanto al derrotero exacto de la banda - él no utilizó esta palabra - de Pizarro, desde su arribo a la costa hasta su llegada a Cajamarca.

Pero sí, nos pudo explicar muy bien cómo se puede robar, y se roba, con facilidad cuadros colgados en un museo: estábamos admirando unos cuadros de la tan típica Escuela Cusqueña, cuando nuestro mentor comentó que, lamentablemente, una de las más bellas pinturas había sido robada. ¿Robada, y cómo se puede robar pinturas de semejante tamaño? Oh, sí, pueden robar hasta cuatro cuadros en un minuto, y nos explicó cómo. Lo que no propagaremos aunque se nos tilde de censores de la libre expresión.

Este estilo cusqueño de arte es realmente refrescante, y realmente colonial. Nunca se podría haber dado en Europa, solamente en la colonia. ¿A quién, en Europa, se le hubiese ocurrido, por ejemplo, pintar una Ultima Cena, con Jesús disfrutando de un cuí extendido a todo su largo en el plato, y con los comensales no espaciados ceremoniosamente a lo largo de una mesa de lujo, sino apretados alrededor de una mesa más realista, hasta indigente? Eso sí, que es realmente expresión colonial.

Y el día terminó, re-editando la mitad de su principio: estábamos a tres cuadras de nuestro dormitorio, cuando ocurrió otro recio choque; pero con resultado más espectacular que el de la mañana: bajo el impacto, uno de los dos vehículos volcó y se quedó techo abajo y ruedas arriba, con tres ocupantes adentro, a los cuales, felizmente, nada pasó.

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