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\LM Fuimos, primero, a la Plaza de Armas.  No está, hoy, como estaba hace >>>>> cien años, y menos está como estaba antes; para ver cómo estaba hace cien
años, hay que ir a la Casa de la Tradición donde hay una réplica a escala de aquella época. Así como está hoy, impone una impresión de mesurada jerarquía. Sin movernos de ella, vimos cinco cosas.

▪▪ La Catedral. Es muy sobria, y muy sorprendentemente así, siendo la catedral de la capital del legendario saqueo del imperio incaico y de sus alrededores; se esperaría, después de haber visto tantas otras ostentaciones bañadas en refulgencia, un resplandeciente despliegue de riqueza terrenal, pero no; es simple y señorial: pilares lisos; púlpitos de madera tallada reducida casi a encaje pero de color muy oscuro; rasgos espartanos interesantes por su sola estética y no por su oro; largas extensiones de paneles de madera tallada en bajorrelieve también muy muy obscura; el gran órgano, en vez de encontrarse atrás, en el coro, se encuentra hacia un costado de la nave.

  Una curiosidad, en una de las alegorías pintadas en la catedral, es que el Sol-dios de los incas está representado por encima del escudo del Perú, dominándolo.

  Incidentalmente, nunca, hasta llegar al Perú, se nos había ocurrido que la moneda peruana de soles es un homenaje al símbolo de los incas.

  Párrafo, o párrafos, aparte merece un féretro con la afirmación, tallada en mármol, de que contiene los restos de Francisco Pizarro. Pero no contiene nada; está vacío - lo que ya es una mejoría en relación con la situación anterior: hasta tiempo tan reciente como 1977, se guardaba en dicho féretro osamentas que se creía que eran del gran Capitán o del gran Bandido, según se lo quiera llamar ... cuando, en dicho año, se encontró, en otra parte de la catedral, un cráneo y unas osamentas que, ahora, se cree que son el verdadero Pizarro, juzgando por marcas, por vestigios, indudables del asesinato, y por otras evidencias circunstanciales, según sigue.

 ▪ Se encontró en el lado derecho de la cuarta y de la quinta vértebra cervical una huella en forma de cuña, resultado de la histórica estacada en la garganta de Pizarro.

 ▪ En el borde inferior derecho de la mandíbula, se encontró una marca de corte, corte seguramente producido por el mismo instrumento de la estocada, al agachar involuntariamente Pizarro su cabeza bajo el impacto a la garganta.

   Pero no es un homicidio cosa tan simple y limpia como nos lo quieren hacer creer las películas, con el occiso cayendo muerto en cada caso al instante, sin sufrimiento, sin agonía, y especialmente sin sangre. Tampoco fue este homicidio una muerte rápida y pulcra, apta para todo público. Los huesos detallan las angustias y los sufrimientos de un asesinato de verdad.