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>• Cuando avanzamos, lentamente por una u otra razón, por un pueblo, frecuentemente una horda de niños se lanza hacia el vehículo, tratando de agarrarse de él por todos los costados mientras está en marcha; y cuando nos paramos, ya aprendimos de experiencia anterior, tenemos que ordenar imperativamente que nadie se acerque a varios metros.

>• El otro día, en Yungay, un mocoso nos deseó buen choque y luego nos deseó buen vuelco; en otro pueblo del Callejón de Huaylas, donde habíamos parado y donde no había la horda de niños y, por lo tanto, no había la conocida psicología de masas para servir de disculpa, una sola niña se acercó al vehículo, y empezó a manosearlo; Božka le dijo que no lo tocara pero la niña, en vez de retirar su mano, la pasó rabiosamente a todo lo largo de la carrosería antes de alejarse.

>• Varias veces ya, niños nos tiraron cosas en la carretera, si bien, en su mayoría, cosas que no podían dañar; esta misma tarde, cuando estábamos por pasar un grupo de escolares, vimos que dos, al percibirnos, recogieron unas piedras cada uno con el obvio propósito de tirárnoslas; fue solamente porque aminoramos la marcha y pasamos cerca de ellos mirándolos en los ojos que se quedaron con las piedras en la mano.

>•  Sabemos qué nos pasó en El Tingo.

>• Una vez, en un enfrentamiento con una horda de estos malcriados ociosos, uno de ellos nos amenazó con desinflarnos las llantas; en una oportunidad, hablando con un adulto, y sin que nosotros le mencionáramos este último episodio, él nos comentó que los niños suelen desinflar las llantas de los automotores.

>• Y los niños son violentos entre sí; es sabido que muchachos, en cualquier parte, se pelearán de vez en cuando, pero aquí, en el Perú, vemos peleas a diario, y, en la plaza de Trujillo, lo vimos por mayor.

No nos podemos quejar hasta ahora de los adultos, pero una sociedad que produce semejantes niños no puede ser una sociedad del todo sana. Así que aquí, en el Perú, estamos alertas contra los niños en primer término, contra los asaltantes en segundo término y contra cualquier otra persona en tercer término.

Por todo ello, estamos otra vez por pernoctar cerca de un puesto de la policía.

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Esta mañana, otra vez, el desierto. En verdad, el Perú no tuvo suerte en el sorteo de las tierras entre las naciones.