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Con cada kilómetro recorrido, íbamos descubriendo que el Callejón de Huaylas no es lo que esperábamos, lo que el nombre nos sugería. Para nosotros, este callejón había sido algo angosto, aprisionado entre dos corderías, algo por lo menos un poco siniestro si no mucho, amurallado entre una franja de alturas blancas de un lado y una franja de alturas negras del otro lado. En su vez, estamos viajando por un amplio, fértil, amable, abierto, sonriente, valle, con costados de medianas ondulaciones a ambos lados, y sin ninguna cordería por ningún lado.

Ah, sí, ahora reapareció una tajada de hielo, allá lejos encima del horizonte.

Ah, y desapareció, claro.

Ah, por fin, una linda vista completa del Huascarán con sus 6.768 metros de altitud; claro que siempre más o menos, según el implícito y desconocido margen.


Con el color de la Virgen resalta la blancura del Huascarán

En teoría, hay otros gigantes de más de 6.000 metros de altitud en esta cordería Blanca: el Ranrapalpa con 6.168 metros, el Copa con 6.188 metros, el Hualcán con 6.122 metros, el otro Huascarán, o sea el pico norte, con 6.655 metros, el Huandoy que supuestamente nos espera más lejos con sus 6.359 metros, y, más al norte todavía, el Alpamayo con 6.120 metros, siempre con el implícito y desconocido margen. Todos y cada uno de ellos, con la denominación, casi como título honorífico, de Nevado.

Pero, olvidándonos de estadísticas en el papel, no es esto - no es lo que vemos, este valle amable y acogedor - lo que esperábamos del famoso Callejón de Huaylas.

Llegamos a la zona más cercana al Huascarán. Es de donde, casi naturalmente, se ve menos bien el gigante, menos bien que de otros sitios, más alejados.

Pero, como compensación quizás, tenemos el interés intelectual de encontrarnos en la línea de uno de los mayores desniveles topográficos de la Tierra: el desnivel campeón entre dos gigantes topográficos - entre el gigante-para-arriba, este Huascarán, pues, con sus aproximados 6.700 metros de altitud, y el gigante-para-abajo, mar afuera del Perú, a solamente unos 340 kilómetros de acá, la fosa marina Milne-Edwards, con sus aproximados 6.000 metros de profundidad; un desnivel total vertical de más de 12 kilómetros en tan exigua distancia horizontal.

Al respecto, es interesante concebir, que el abismo submarino frente a los Andes no es una bariplanicie o batiplanicie, a gusto, hacia la alta mar, sino un cañón abismal sólo a lo largo del lado marítimo de la costa, como los Andes son una titánica cordillera a lo largo del lado continental de la costa, y que así como los Andes vuelven a bajar pronto a altitudes más habituales hacia el este, hacia la Amazonia, el cañón abismal vuelve a elevarse pronto a profundidades más habituales hacia el oeste, hacia la alta mar.