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e hizo puente de la otra batería que tenemos a la batería del arrancador. ¿Y qué pasó?  El arrancador pegó un salto y rugió como un tigre.

Así fue el caso, de la batería que tenía que estar cargada, que estaba cargada según el ojo mágico verde de la alta tecnología moderna, pero que no estaba cargada. Por curiosidad, al medio minuto más o menos de andar el motor, Karel lo apagó; y, esta vez sin la ayuda de la otra batería, lo arrancó: el motor disparó al nanosegundo; ¿así que la batería se habría cargado en 30 segundos - sin haber tenido ninguna razón previamente para descargarse? Eso va a quedar un misterio. Y podemos anticipar que, desde entonces, en todo el día, el arranque respondió cada vez perfectamente.

Con colocar de vuelta el arrancador en uso originalmente, para comprobar que también, ahora, arrancaría - sí, también arrancó a la perfección - y para mantener nuevo el arrancador de repuesto, y con guardar las cosas, lavarse y tomar una bien merecida meriendita, ya eran las doce. Linda manera de disfrutar de un lindo día.

Pero, dentro de lo malo, lo bueno era que el tiempo evolucionaba de manera diferente de lo que habíamos visto las dos tardes anteriores y que parece ser común en el Callejón.

Ayer, el día había amanecido lindo como hoy, pero paulatinamente se había ido nublando hasta que, a la tarde, todas las cimas estaban borradas y fuera de vista; y en la tardecita anterior, cuando llegamos, el cielo estaba negro y tormentoso. Hoy, en contraste, el ambiente seguía despejado. Era uno de esos días cuando hay fuerte viento y el tiempo queda despejado. Y para nosotros eso era todavía mejor que si hubiésemos salido, como tanto lo queríamos, tempranito de mañana.

Resulta que esta cordería Blanca está mal orientada - en el sentido verdadero de la palabra, o sea mal colocada en relación al oriente - por lo menos para el propósito de su observación desde acá. De mañana, que es cuando el tiempo está despejado, el Sol naciente ilumina la faz oriental, que no se ve desde aquí; luego, al mismo tiempo que la sombra de este lado se va despejando, se va formando una cortina de contaminación emanando del pueblo, por lo que, lo que podría ser la blancura naciente de este lado de la cordería es, en realidad, de un deprimente gris; y finalmente, cuando el Sol podría iluminar de lleno este lado de la cordería, empiezan a acumularse las nubes.

Pero hoy no es así. Se formó, sí, la cortina de contaminación detrás de la cual los nevados tratan tristemente de lucirse, pero ninguna nube a la vista. Decidimos ir, pues - con la iluminación tardía a nuestro favor, y razonando que, una vez salidos del pueblo, también eliminaríamos la contaminación entre nosotros y la cordería.

Apenas salidos de Huaraz, desapareció la contaminación, pero, por perspectiva, también desaparecieron las cimas con sus hielos.