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Nos despertamos a las 5. Bien. Cuando todavía había obscuridad alrededor de nosotros, pero ya una pequeña, tenue, luminosidad allá lejos y arriba en las cimas y crestas nevadas, dejando vislumbrar que se preparaba un lindo día despejado para nuestro recorrido del Callejón de Huaylas.  Bien.

A eso de las 6, llenos de pujanza por la seguridad de un hermoso día a nuestro favor, arrancamos.

Bueno - quisimos arrancar. Media vuelta a la llave de encendido, y lo único que el motor de arranque supo hacer fue clic, clic, clic, clic. Otra vez el chofer de la Expedición probó, otra vez, clic, clic, clic, clic. La primera vez, en los miles de veces que arrancamos durante esta Expedición, que el arrancador no quería arrancar. Clic, clic, clic, clic, nada más. Lo único que se nos ocurrió fue que el motor de arranque estaba descompuesto - aunque parecía muy extraño porque nunca había dado indicio de alguna debilidad y hasta anoche mismo andaba perfectamente; pero ahí estaba, clic, clic, clic, clic.

Como tenemos un motor de arranque de repuesto, el chofer-ahora-también-mecánico decidió cambiarlo. Más rápido dicho que hecho. Una vez instalado, el motor de arranque nuevo, lo único que supo decirnos fue clic, clic, clic, clic; obviamente no era el motor de arranque; todo ese tiempo y todo ese trabajo perdidos en vano; y nuestro hermoso día ya malogrado. Parecía como que no llegaba bastante electricidad al arranque, como si hubiese alguna pérdida en alguna parte, pero eso ya pasaba de los entendimientos del chofer-ahora-también-mecánico, así que hubo que buscar la salvación de un mecánico-mecánico; un mecánico a las 7 de la mañana, un domingo. Dentro de lo malo, lo bueno era que estábamos parados en plena seguridad al amparo del puesto de policía y no en algún lugar apartado como las ruinas de anoche; y dentro de lo malo, lo bueno era que el taller mejorcito del pueblo se encontraba a cinco minutos caminando.

El mecánico-chofer fue al taller del mecánico-mecánico; a lo mejor, el mecánico viviría ahí no más. No, no vivía ahí no más; pero los vecinos aseguraron que venía incluso los domingos, si bien más tarde, a eso de las 10. Esperar y ver el hermoso día seguir su camino sin nosotros. A las 10, nadie; a las 10:30, nadie; hasta el lunes, nadie. Volvió Karel al puesto de policía. Para entonces, ya había media docena de hombres alrededor del vehículo, cada uno con su opinión predilecta; o sea seis opiniones diferentes; uno dijo que a lo mejor la batería estaba muerta; Karel dijo: qué va a estar muerta, está perfecta - con la seguridad que tenía de que habíamos andado bastante para que esté bien cargada, y con el respaldo del mágico marcador verde de la batería de última tecnología diciéndonos que estaba bien cargada.

Pero, en un caso sin salida, uno prueba cualquier cosa aunque sea para pasar el tiempo. Karel desenmarañó los cables para hacer puente - que, como tantas cosas, llevamos por las dudas y que hasta ahora nunca habíamos utilizado - >>>>>>>>