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Por una parte, este otro puesto - que supuestamente estaba a la salida del pueblo, y que la gente nos iba diciendo, uno tras el otro, que estaba "sí, ahí no más", "a 100 metros", "a dos cuadras"; bueno, uno nos dijo: "a 100 metros, detrás de la loma", la cual loma evidentemente estaba a un kilómetro por lo menos, etc., - este puesto resultó encontrarse en el pueblo siguiente, a no menos de cinco o seis kilómetros de Huaraz. Esta gente simplemente no tiene concepto de distancias, ni, como vimos en otros casos, de tiempo.

Por otra parte, en este segundo puesto, por primera vez en toda esta Expedición, no quisieron que nos quedáramos, porque, nos dijeron, había habido unos atentados guerrilleros no hacía mucho, y ahora estaban recelosos de todo lo desconocido.

Bien; volvimos al primer puesto de policía y aquí estamos para pernoctar.

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Esta mañana, mientras estábamos despejando quehaceres domésticos de veras impostergables, todavía parados cerca del puesto de policía, vimos detenerse y aguantar obedientemente más de una docena de colectivos, chicos y grandes, llevando docenas y docenas de turistas.

Nos preguntamos qué pensaban todos esos turistas - de afuera de Suramérica en su gran mayoría, si no totalidad, se sabe - cuando cada colectivo tuvo que parar en el puesto de policía y, entre un trámite y otro, ellos, los turistas - que simplemente querían disfrutar su paseo - tuvieron que quedarse 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos, esperando poder cruzar la línea mágica. No nos imaginamos cómo semejante cosa sería posible en Canadá o Vespuccia. Turistas yendo a visitar un sitio turístico, parados por la policía casi como si fuera un cargamento de delincuentes o guerrilleros.

Por otra parte, quizás sea para los turistas justamente la materialización de la gran aventura ansiada, por lo menos por algunos de ellos, en este Perú de exotismos.

De vuelta al centro de Huaraz, se nos confirmó la impresión de que el ambiente es muy desagradable. Mucha gente, y mucha bulla, de corto y largo alcance - de corto alcance, como el tráfico ruidoso, la gente ruidosa; de mediano alcance, como altoparlantes gritando sobre varias cuadras cada uno; y de largo alcance, disparos inidentificables como si fueran de cohetes fuertes o de pequeños cañones, repetidas y numerosas veces. Como recién comentó Božka, comparado con este Huaraz, Huanchaco es puro señorío.

No sabemos cómo pueden, o cómo podrán, coexistir el ambiente que los turistas generalmente buscan, y este ambiente.  O quizás, otra vez, es justamente eso el exotismo.