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No más desierto de arena, llano u ondulado, por aquí. Otra vez, como yendo para Cajamarca, por entre serranías perfectamente áridas y cada vez más altas. Otra vez, aquí como allá, nos estamos adentrando en la cordillera a lo largo de un lecho de río de montaña donde todavía no logramos ver agua pero que, por algún mecanismo desconocido, logra nutrir una franja de vegetación.

1.000 metros de altitud. Otra curiosidad climatológica: es la primera vez - que nos podamos acordar - que va aumentando el calor con la altitud, ¿o será, con el alejamiento de la frescura y niebla de la costa?

2.100 metros. Como ya observamos en otros lugares, a esta altitud, la vegetación se va expandiendo de los límites del lecho por las laderas.

2.500 metros. Hay bastante presencia humana. Caseríos y viviendas aisladas, del tipo utilitario de barro y cinc. Reapareció la infaltable indumentaria andina de las mujeres: faldas amplias, sombrero, y todo lo demás.

3.100 metros y subiendo fuertemente. Estamos trepando los flancos de la cordería Negra para cruzarla en dirección al Callejón de Huaylas que es el valle entre esta cordería denominada Negra porque no tiene nevados, y la cordería denominada Blanca porque es la que tiene todos los nevados de la zona. El terreno es diferente de lo que vimos hasta ahora en la cordillera de los Andes. Hay muchas murallas titánicas totalmente verticales. Hay imponentes formaciones rocosas, abruptas y angulares.

3.700 metros. En dos horas y media de subida ininterrumpida, la frescura de altura reimpuso su dominio. No hay vegetación natural salvo una escasa paja corta, pero sí cultivos esporádicos colgados de las laderas.

4.000 metros.  Desembocamos en un páramo de horizonte suave.

  De repente, emergieron detrás de dicho horizonte, y ridículamente cortadas por él, las puntas nevadas de cuatro picos; casi como si fuera solamente un espejismo.

  A cada metro que seguimos subiendo - porque seguimos subiendo - y conforme va cambiando el horizonte, van apareciendo más picos, algunos nevados, otros no, como si fuéramos mirando una fotografía emergiendo progresivamente de debajo de un papel.

  Es cierto que la geografía del Perú tiene tres zonas muy diferentes entre sí, y muy difíciles las tres; cada una, a su manera:

 el desierto costero, que ya conocemos bastante, con sus 2.250 kilómetros de costa, cortados por solamente unos 50 valles transversales desde los Andes hacia el Pacífico - la mayoría frecuentemente sin agua porque 80/oo, 40, de las corrientes son solamente intermitentes;