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encima de la huella; cuando eran árboles de ramas finas y flexibles, nos metimos en la maraña como nadando en la corriente verde, pero varias veces nos encontramos con árboles de madera dura y espinosa, y tuvimos que sacar machete y serrucho y alicate para podar las ramas y cavarnos un túnel para poder pasar sin estropear la pintura, y sobre todo el toldo. Y, muy naturalmente, ninguna indicación vial en el laberinto de huellas rurales - y sin posibilidad de dar media vuelta y regresar en caso de equivocarnos; es extraña esta falta de señalización porque todos los demás sitios que visitamos en estos días pasados están señalados básicamente con todo esmero si bien los carteles están totalmente inutilizados por la falta de cultura y respeto de los pegadores de propagandas políticas.



¡Más que poda, desbaste!

Desde lejísimos podíamos ver la inmensa mole de una de las dos huacas; lo que, por una parte, nos daba una buena vista de su tremendo tamaño pero, por otra parte, nos despistaba en vez de guiarnos porque las huellas que parecían ir más directamente en dirección a la huaca no eran necesariamente las que llevaban ahí.

Finalmente, nos encontramos al pie de la huaca mayor, y viendo, del otro lado de una llanura de conexión, la huaca menor.

Lo primero que se impone es justamente la presencia de las dos tremendas masas de adobe sin forma describible, por el tipo de su amorfismo, una a cada lado de la desolación de la llanura.

Se puede adivinar que la huaca mayor tiene una base rectangular de algo de 228 metros x 136 metros; su altura anda en los 18 metros; algo como un pan de manteca antojadizamente escarbado con una cucharita para ir sacándole pizquitas, todo a escala titánica. Es quizás el edificio precolonense más voluminoso de la costa, e incluso de toda Suramérica.

La huaca menor es idéntica, con sólo algo de 80 metros x 60 metros de costado.

Y la pura verdad es que el único interés visual es el gigantismo - tomando en cuenta que es obra humana y no geológica - de estas dos "pirámides" que casi seguramente nunca lo fueron, que no se enojen los distinguidos arqueólogos; de estos dos zigurates, que es lo que probablemente fueron; o por lo menos dos plataformas como pedestales de sendos sitios ceremoniales; de estas dos huacas, que seguramente lo fueron, con cualquier forma que hayan tenido.

Todo lo demás es cuestión de vestigios y tradiciones.

Estas dos tremendas masas de adobe fueron construidas como tributo, o sea impuesto, por los aportes y el esfuerzo de las varias tribus del reino mochica. Como comprobante del cumplimiento del aporte de cada tribu, los bloques de adobe contribuidos por cada tribu tenían su marca distintiva; así >>>>>>>>