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extendiéndose multitudinariamente más allá de dónde alcanza la vista.

Y vimos la Huaca Esmeralda.

Caso similar a la Huaca del Arco Iris/Dragón; otro paralelepípedo compacto que, por sí solo, no se merecería ni notar su presencia; estribando otra vez el interés en los altorrelieves de barro - bastante destruidos por el paso de los siglos pero, por lo menos, no arruinados por rejuvenecimientos implacablemente modernos.

Aquí, como en Chan Chan, el tema, no sólo predominante sino subyugante, es la pesca; el tratamiento del tema es muy diferente; los rombos de las redes son totalmente más chicos, más finos, que en Chan Chan; y como para confirmar que los rombos son, en efecto, representaciones de redes de pescar, aquí, los peces están representados no en otras partes, como temas separados, sino enredados dentro de las mismas redes. Es interesante ver la diferencia entre los altorrelieves de Chan Chan y los altorrelieves de Esmeralda, los primeros, tratados a grandes rasgos monumentales, y éstos, tratados como miniaturas.

Y ahora, a Trujillo otra vez, para algunas compras.

Mientras Božka está en el mercado - Karel no se animó a ir con ella, para cuidar el coche - como para confirmar vívidamente la cordura de esta política, se le acercó, hace un rato, una mujer advirtiéndole, como forastero, que abriera los ojos porque la ciudad está llena de rateros; y, hace un ratito, se le acercó otra mujer, diciéndole que era Peruana pero que tenía que decirle que había ladrones por todos los lados, y le dio el consejo práctico que cuando fuéramos a comer no perdiéramos el coche de vista - claro, ella no sabía que hacemos todavía mejor, que comemos dentro del coche. Con esto y con lo que nos contaron de los peligros de las ruinas de Chan Chan hasta en pleno día, parece que, realmente, hay que abrir cuatro ojos.

Esta tarde, vamos a ir, finalmente, al segundo sitio arqueológico de importancia cerca de Trujillo, las "pirámides", según se estila llamarlas en círculos distinguidos - o más apropiadamente las huacas, según escuchamos aquí - del Sol, y de la Luna, de los Mochicas.

Fuimos.  Vimos.

Antes que nada, vimos el camino de desvío hacia el sitio.

Un camino de polvo, con fuertes irregularidades de terreno, en el cual la única manera de avanzar fue a saltos y despacio - con la consecuencia inevitable de estar envueltos e impregnados permanentemente desde todos los lados por una espesa nube de finísimo polvo en suspenso alrededor de nuestra lentitud; además, un camino, o huella mejor dicho, retorcida y apretada, a veces entre cercos de adobe, a veces entre árboles cuyas ramas se tocaban por >>>>>>>>