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Inclusive hubo tiempo y oportunidad para dejar la mente vagar por cuenta propia.

«» Sí, estos caminos son terribles; pero basta con rememorarse el infierno de las autopistas vespuccianas, con centenares de coches, camiones, y acoplados, precipitándose a toda velocidad, de a cuatro carriles, con su nerviosismo, su ruido, sus emanaciones, y uno se pregunta cuál de los dos ambientes es más dañino, más inhumano.

«» Sí, estas chozas por aquí tienen apariencia miserable y están de las más mínimas comodidades, pero qué protección contra el frío y el calor, y el viento, estas espesas, gruesas, paredes de adobe, en contraste con las casas artificiales de Vespuccia.

Es fácil, desde lejos, criticar con desdén estas gentes por su falta de poder económico, pero hay que ver en qué condiciones sobreviven, hay que ver estos cultivos bien cuidados en gradientes en donde, en otras partes, nadie se animaría a pisar siquiera.  Sí, es un ambiente duro, pero no inferior.

Y apenas tocamos el asfalto, otra vez, los casos de enojosa estupidez. En los primeros 500 metros: tres rompemuelles.  ¡Qué desgracia mental!

Un nuevo contacto con las iglesias de Cajamarca confirma que las decoraciones de sus fachadas son más llamativas que las de muchas iglesias que ya vimos.

Finalmente para hoy, parece que el Perú se granjeó otra palma, y tampoco de las buenas: cuando fuimos a comprar nafta, el hombre nos quiso estafar, dejando la bomba con la venta anterior, en vez de ponerla en cero. Cuando Karel se enojó, el hombre ni palabra dijo, puso la bomba en cero; sabía muy bien que había tratado de estafarnos. Y nos quedamos con el medio litro, o litro, o dos, que ya había bombeado, gratis. Semejantes astucias pueden ocurrir en cualquier parte, pero recién aquí, en el Perú, nos pasó por primera vez, en toda la Expedición y en toda la vida.

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Pensábamos que este segundo viaje de Cajamarca a la costa sería una re-edición de lo ya conocido, especialmente la interminable bajada con sus docenas y docenas de curvas en aguja; pero nos encontramos con, por lo menos, una docena de sorpresas que reforzaron en nosotros un vívido respeto a la hazaña de construir, y luego, sobre todo, de mantener, una carretera en semejante topografía y semejante terreno.

Nos encontramos con, por lo menos, una docena de derrumbes; derrumbes frescos de las últimas lluvias. Nos encontramos con trechos que no tenían, de modo >>>>>>>>