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que habíamos tomado las mejores medidas para evitar. El eterno problema de dónde dejar nuestro vehículo durante una visita, lo habíamos solucionado dejando el vehículo al cuidado de la policía o, como aquí la llaman, la guardia civil, parado pegadito contra la puerta del puesto, lo que nos había parecido una medida bastante razonable. Sin embargo, esta mañana, no pudimos creer - pero tuvimos que creer - nuestros ojos: nos habían arruinado media docena de las letras de nuestra inscripción en el vehículo; ah sí, y descubrimos que nos habían robado todas las tapitas de las válvulas de las ruedas. ¡Qué bestias, qué salvajes! ¡Qué increíblemente pegado contra el puesto de la guardia civil que estaba el vehículo! En México, nos habían robado las tapitas, en Colombia, nos habían arruinado las letras; el Perú se está llevando la palma con robo y vandalismo combinados.  Increíble.

Con esta relación, y con el múltiple trabajo, de subsanar las letras arruinadas y de reacondicionar las cosas embarradas y mojadas en nuestra odisea por Cuélap, pasó el día.



El precio de la visita

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Esta mañana, nos enteramos de que no hay grifo de gasolina durante más de 200 kilómetros en dirección hacia Cajamarca. También nos enteramos de que hay una oficina del Instituto de Cultura en la vecina localidad de Chachapoyas. Dos poderosas razones para ir a Chachapoyas.

Estuvimos en Chachapoyas. Estamos de regreso en La Confluencia - traducción de Tincu, la denominación paraborigen hispanizada en Tingo, y estirada en El Tingo; con gasolina de grifo en el tanque e informaciones para anotar.

Después de conseguir nafta a cambio de una pequeña nebulosa, 150.000 soles, fuimos al Instituto de Cultura. Como hoy es domingo, estaba cerrado. Pero una ciudad chica por algo será chica; nos conseguimos el nombre y el domicilio aproximado del director, y fuimos a sacarlo de la casa. El, con suma gentileza, se dejó sacar, y fue a abrir la oficina para nosotros.

•> Nos mostró un cráneo con el agujero de una trepanación quirúrgica, cráneo recogido justamente entre las osamentas de Cuélap.

•> Nos mostró tres momias muy expresivas, sacadas de uno de los tantos sitios funerarios de esta región del Perú.

  Hablar de momias expresivas puede parecer un misterioso desatino a quien nunca vio otra cosa que un bulto alongado, bajo el rótulo de "momia egipcia", en un museo o en un libro, cuidadosamente vendado y con un contenido tan invisible que los propios egiptólogos recurren, a veces, a rayos X para saber si no le falta una parte al cuerpo que supuestamente está adentro.