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  Vimos un cuarto, y sin duda un cuarto de maciza construcción incaica con varios nichos internos típicamente trapezoidales, pero la pura verdad es que nadie sabe si este cuarto - que se muestra como el Cuarto del Rescate - fue el cuarto donde se acumuló y midió el oro y la plata según lo convenido, o si fue el cuarto donde el inca estaba prisionero, o si es acaso otro cuarto por completo diferente, que no tuvo ninguna de las dos funciones susodichas; lo único que se sabe a ciencia cierta, según nos enteramos, es que este cuarto que hoy se muestra, es el último vestigio de la residencia del inca a un costado de la explanada triangular-hexagonal, residencia que tenía varios cuartos similares a éste, por lo que los acontecimientos históricos pueden haber ocurrido en cualquiera de estos cuartos sin que hoy se pueda saber en cuál o cuáles; de manera que los visitantes que no meten la nariz en todo, como nosotros, no se enteran de los detalles y se llevan la dudosa convicción de haber visto algo que quizás no es lo que ellos creen haber visto.

  De todos modos, cualquier habitación, ésta u otra, de 6,60 metros por 5,10 metros, llena de oro hasta la altura alcanzada por un brazo en alto debe de haber sido algo extraordinario - y luego, llena dos veces de plata.

  Por colmo de infamia, de bajeza, codicia, bellaquería, vileza, ruindad, los Cristianos, en vez de quedar satisfechos con el chantaje tratado, y en vez de respetar lo tratado, cada noche sustraían de la habitación una parte del oro, y luego, parte de la plata, que los chasquíes incaicos iban trayendo de varias partes del imperio para cumplir con lo convenido.  ¡Qué asco!

  Pero más asco estaba por ocurrir.

  Con el más perfecto desprecio de su propia palabra de bandidos, los Españoles, una vez que Atahualpa hubo cumplido con lo convenido, igual lo mataron.  Increíble.  ¿Qué clase de Cristianos eran esos bandidos españoles?

  Primero, quisieron quemar a Atahualpa, pero éste suplicó que no lo quemaran, que lo mataran de otra manera - no por asustarse del fuego sino por miedo a no poder, una vez quemado, ser momificado como era la costumbre entre los incas; entonces los cristianos bandidos españoles le propusieron otro trato: no lo quemarían, "solamente" lo estrangularían, siempre que él aceptase volverse cristiano; Atahualpa hubiese aceptado un pacto con el diablo para no ser quemado, entonces aceptó pronunciarse cristiano. Pero hoy no se sabe a ciencia totalmente cierta si realmente fue estrangulado; la historia dice que sí, pero hay una legenda indígena que no quiere desaparecer, según la cual Atahualpa fue degollado sobre una gran piedra chata como mesada de sacrificio; y esta piedra - que los paraborígenes dicen que fue la piedra sacrificial - nosotros la vimos; está guardada en la habitación que quizás fue o no fue la habitación del rescate o del encarcelamiento.