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Hoy, dedicamos el día a Caxamarca y a su trágica historia.

♦♦♦  Primero, quisimos ver lo que nosotros llamamos la Plaza de la Perfidia; la plaza, mucho más grande que cualquier plaza que entonces existía en España, donde Atahualpa con su corte y su guardia recibió a Pizarro y sus bandidos, y donde éstos, en el medio de la ceremonia de etiqueta, armaron una hecatombe con el resultado neto de que se apoderaron de Atahualpa como de un prisionero; de Atabalipa o Atabaliba, según adaptaron Atahualpa a su idioma.

   El frenesí de carnicería fue tal, por las propias circunstancias - y, se dice, por las instigaciones del fanático clérigo Valverde - que Pizarro tuvo que proteger a Atahualpa contra sus bandidos para que no lo mataran y no le arruinaran sus planes; que Pizarro fue levemente herido neutralizando los golpes; y que los guarismos aducidos - de 2.000 Tahuantinsuyenses indefensos matados, y 5.000 heridos - pueden ser sólo apenas exagerados.

  Según nos enteramos, dicha explanada ya no existe en su disposición original; en aquel entonces, tenía una forma triangular grande con los tres ángulos truncados, por lo que se podría argüir que tenía una forma hexagonal; hoy, la plaza central - o sea la Plaza de Armas - de Cajamarca ocupa una porción de aquella explanada; lo demás fue obliterado por calles y edificios.

   Es inevitable hacerse la obvia pregunta de por qué Atahualpa/Atabalipa dejó a los intrusos moverse y acercarse libremente, ya que sabía muy bien que venían, ya que incluso había estado enterado de la presencia de los forasteros al norte del Tahuantinsuyo bastante tiempo antes de que éstos debarcaran en su imperio, y ya que, luego, había estado enterado del debarque.  Nadie sabrá jamás, pero hay varias opiniones:

• porque se sentía tan seguro de sus fuerzas que quería ver de cerca a
  aquellos atrevidos todavía en libertad;
• porque quería ganarse aliados;
• porque  todavía  tenía la  duda del dios  blanco  profetizado por la
  tradición.

   Y no es esta dramática escena entre Pizarro y Atahualpa la única substancia histórica de este sitio. Con anterioridad, en esta misma zona se había desarrollado otra escena del grandioso drama incaico, cuando las fuerzas de los dos medio-hermanos, Huáscar y Atahualpa, se habían trenzado en una de las varias batallas que marcaron la cada vez mayor derrota de Huáscar y la cada vez mayor victoria de Atahualpa entre Quito y el Cuzco - según ya mencionamos.

♦♦♦  Luego, quisimos ver el cuarto del rescate, o sea el cuarto que los Españoles y Atahualpa se pusieron de acuerdo que éste llenaría, hasta la altura que alcanzaría su brazo en alto, una vez de oro y dos veces de plata, como condición para que los Españoles lo dejasen otra vez en libertad.