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Y felizmente, este segmento no está aquejado por los puntos de interrogación que frecuentemente agujerean y debilitan la secuencia de muchos de los demás segmentos.

Y felizmente, este segmento no contiene los Vicus, que los arqueólogos dividen en cuatro etapas - Hechura a mano, Incisión, Transición, Moldeado; o los Mochicas, que los arqueólogos dividen en seis etapas - Mochicas formativos, y Mochicas florecientes, de I a V ...

¿Lograremos ideas directrices en tan intimidante complejidad?

Además, así como el oriente ecuatoriano, el oriente peruano, del otro lado de la Cordillera, es una página virgen en la cual quizás, algún día, se escribirá cosas arqueológicas interesantes, si no sorprendentes.

Ahora, nuestra próxima meta, el Caxamarca de Atahualpa y de Pizarro, o sea la ciudad de Cajamarca de hoy.

En la ciudad de Chiclayo, viramos, pues, tierra adentro. Como previsto, están surgiendo serranías enfrente de nosotros. Desde nuestro último día en Ecuador, nos habíamos olvidado por completo de los Andes.

En Chiclayo, quisimos comprar un mapa carretero del Perú; en toda la ciudad encontramos un solo ejemplar - y de casi 20 (¡veinte!) años de antigüedad; no, gracias.  Qué bárbaro.

El camino es de asfalto, del malo; y con todos los puentes desmoronados, e hundidos en mayor o menor grado en la arena; es increíble que todos los puentes, uno tras el otro, se hayan desmoronado como castillos de naipes - es lo único que vemos desde que cruzamos desde el Ecuador.

Habrá un poco más de vegetación que en los puros médanos de ayer, pero básicamente el desierto sigue no más.

Ah, pero terminó el asfalto; del malo sin duda, pero la cosa está peor, muy mucho peor. Hace rato que estamos brincando por un camino de tierra, mejor dicho de piedras sueltas, pésimo; trescientos kilómetros de eso nos esperan.

No, eso es imposible; hay otro camino para alcanzar Cajamarca - no sabemos cómo es, pero seguramente no puede ser peor que éste; hay que regresar a Chiclayo, pero cualquier cosa será mejor que este infierno de piedras. Por otra parte, agregando lo increíble a lo imposible, hasta en los miserables villorrios de por aquí se da la suprema estupidez de la dictadura de los rompemuelles: los hay hasta en sitios donde el estado natural de la vía por sí es un rompemuelles y no permite una velocidad mayor que a paso - pero qué orgullo debe de ser para un villorrio tener sus propios rompemuelles exactamente como los lugares importantes de verdad; qué atropello en los lugares importantes, qué insondable estupidez aquí.