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Somos los últimos, por lo menos por ahora, en una fila de camiones, camionetas y autobuses, esperando. Del otro lado, allá, en sentido contrario, hay otra fila, esperando. ¿Esperando qué? Que se abra un paso por una quebrada. Si tardan mucho - y, como parece la cosa, van a tardar mucho - el asunto de la frontera y del vencimiento de la garantía del 150/oo se está poniendo dudoso.

Mientras tanto, podemos anotar que esta ruta que estamos siguiendo es una increíble e inexplicable alternación de trechos nuevamente asfaltados y de trechos todavía sin asfaltar. Por qué no van extendiendo el asfalto de manera corrida de una punta a la otra, en vez de hacerlo así, salteado, no entendemos. Por otra parte, alternación parecida vimos en Labrador, o dónde es que fue. De todos modos, aun los trechos asfaltados no son garantía de buen andar.  En muchos lugares, el asfalto nuevito ya está cubierto por derrumbes.

Esperando, también podemos anotar otro caso de subdesarrollo: ayer, y hoy también, nos topamos con carteles indicando un desvío; seguimos las indicaciones obedientemente, solamente para enterarnos de que dimos todas las vueltas absolutamente inútilmente, porque, en ambos casos, los carteles habían sido puestos mientras se efectuaban unos trabajos; pero los trabajos ya habían sido terminados hace mucho, y a nadie se le había ocurrido quitar los carteles. No hace falta alta tecnología o millones en moneda fuerte para evitar semejante subdesarrollo.

Estamos del otro lado de la quebrada y siguiendo viaje.

Si dijéramos que se abrió un paso por la quebrada sería pecar de megalomania. Está abierto en realidad un camino de herradura, escabroso, blando, vertiginoso, imposible de describir en palabras, ni siquiera en fotos. Tal vez, en película.

Y apenas empezó a moverse una de las dos filas de vehículos, que fue la nuestra, con la otra fila esperando, otra vez se atrancó todo. No fue tanto por lo angosto del corte en la quebrada sino por la curva concava del suelo hacia el centro del paso: los vehículos de la fila esperando se habían puesto bien de costado, pero ... así, y por ello, estaban inclinados, más particularmente sus techos, hacia el centro del paso, y los vehículos de nuestra fila, que trataban de pasar, estaban inclinados, a su vez, hacia los vehículos esperando, de manera que los camiones altos no podían pasar porque sus techos se entrecruzaban y topaban, en lo alto, con los techos de los camiones esperando.

Pero ya está, y seguimos viaje; sin interrupción esta vez, por lo que fuere, porque ahora cada minuto puede significar llegar o no llegar a la frontera antes del vencimiento.

Naturalmente, en lo que va de hoy, siguió la interminable bajada de ayer. Estamos ahora en los llanos bajos. Estamos otra vez en el medio de interminables bananales. Incidentalmente, en días pasados, veíamos cargamentos >>>>>>>>