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En el tremendo abanico de ondas electromagnéticas que existen en la naturaleza - y que, según sus características individuales, producen, cosas tales como muerte, por las ondas de los así-llamados rayos gama; o cosas tales como utilidad-y-belleza, por las ondas que son visibles como luz y todos los colores; o cosas tales como utilidad-y-peligro, por las desconocidas ondas del señor Roentgen, los, por lo tanto, así-llamados rayos X; y producen otras cosas - hay una franja de ondas electromagnéticas con características propias que fueron domadas para transportar cualquier fenómeno que se pueda reducir a pulsos eléctricos, como ser, típica- pero no exclusivamente, sonidos de palabras y de música; franja y utilización que son las que nos interesan aquí.

Hablar de características de ondas electromagnéticas es hablar de tres características, o, se podría decir, es hablar de una característica dada - cualquiera de las tres - y de dos características consecuentes, porque las tres dependen mutuamente una de las otras.

Una de estas tres características es la longitud de la onda, o sea la distancia de cresta a cresta, o podría ser desde cualquier otro punto especificado hasta su más cercana repetición.

Otra de las tres características es la frecuencia de la onda, o sea cuántas veces por alguna unidad de tiempo, habitualmente por segundo, se repite la longitud susodescrita.

La tercera característica de una onda electromagnética es la amplitud, o sea la distancia transversal entre la línea de crestas y la línea de surcos de la onda.

Por otra parte, en cualquier tipo de longitud, frecuencia, amplitud, de ondas electromagnéticas, la fuerza electromagnética se propaga a una misma velocidad imperativa, la velocidad de la luz.

Estas tres características son relacionadas de tal modo que, apenas cambia una característica por una cantidad conocida, cambian las otras por una cantidad conocida.

De manera que, por ejemplo, tomando la frecuencia como base y la longitud como consecuencia, cuanto más frecuentes las ondulaciones, consecuentemente tanto más cortas serán las olas, cuanto menos frecuentes las ondulaciones, consecuentemente tanto mayor será la longitud de las olas; y viceversa yendo de longitud a frecuencia.

De manera que - sabiendo ello y que la velocidad de la fuerza electromagnética en cualquier tipo de onda electromagnética es la misma que la velocidad de la luz, o sea unos 300.000 kilómetros por segundo (más exactamente 299.792 kilómetros por segundo), y sabiendo, por ejemplo, la frecuencia de una onda, es fácil calcular la longitud; y viceversa, sabiendo la longitud de una onda, es fácil calcular la frecuencia.