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vemos la playa acosada por el cordón de altos bloques de departamentos; nos es fácil visualizar esta playa en su estado anterior, seguramente como el sinfín de playas que vimos en estos días pasados, y nos es fácil realizar cómo fue destruida esta playa para que, supuestamente, la gente la pueda disfrutar.

Parece una maldición insalvable en cualquier parte de la Tierra: si hay algo hermoso y si demasiada gente viene a verlo, deja automáticamente de ser hermoso; y gente, aquí, hay en manadas, compartiendo a la fuerza cada grano de arena de esta playa - con tantas playas que vimos, vacías, prístinas, o a lo sumo con gente en su elemento natural que es parte de la playa, no gente disfrazada de turistas porque "así se hace para ir a la playa". Pero será a Salinas, como será a todos los balnearios de la Tierra, que la gente seguirá agolpándose, dejando tantas playas vacías; quizás mejor así para aquellos que gustan de playas al natural.

El único interés de Salinas es un interés intelectual, que no se ve y que está a cien leguas de la mente de los turistas si bien a menos de 50 kilómetros de sus pies: como contragolpe de los pliegues de la corteza terrestre varios kilómetros hacia arriba en la forma de la cordillera de los Andes, hay pliegues de la corteza terrestre hacia abajo, a menos de 50 kilómetros de aquí, a profundidades de más de tres kilómetros - a más de 3.200 metros, más exactamente. Estamos parados así, aquí, entre los más de 6.300 metros de altitud del Chimborazo y los más de 3.200 metros de profundidad del Pacífico; nos  encontramos  en el  medio de  un desnivel total  de más  de 9.500 metros, 9,5 kilómetros verticales.  Bastante.

Ahora nos va a tocar otro contacto con la arqueología. Esperamos que podremos encontrar el sitio que nos mencionaron los arqueólogos en Salango como sitio muy importante, el paraje Real Alto, entre los villorrios de Pechiche y El Real, cerca del pueblito de Chanduy; parecen direcciones bastante específicas, pero sabemos lo tenue que pueden resultar en la práctica.  Esperamos que lo encontraremos.

En camino, estamos pasando por la zona de Santa Elena. Es una zona totalmente desprovista de atractivo, una llanura desértica con magra vegetación de arbustos espinosos; hasta la endeble presencia humana que vimos en otros lugares se ha vuelto más escasa. Sin embargo, es por aquí que se originó una de aquellas legendas que no se sabe de dónde surgieron y que no se puede substanciar, pero que siempre hacen pensar en aquellas otras legendas que siempre fueron consideradas como mitos hasta que un buen día se comprobó fehacientemente que eran la pura verdad o se le encontró una interpretación.

Legenda: según relatos recogidos por los Españoles, había una tradición, en la zona, de gigantes llegados en tiempos muy remotos por mar; eran tan altos que los lugareños les llegaban solamente hasta la rodilla; hicieron perforaciones a través de roca viva para sacar agua; eran muy malos; vestidos de pieles o desnudos; fueron destruidos por un fuego del cielo.  ¿Algo para desenredar?