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/ También escuchamos informaciones según las cuales, en ciertos lugares, no hay camino establecido, por lo cual, hay que viajar simplemente por la playa directamente a lo largo del mar. No estamos seguros si los lugares de las playas son una alternativa al barrial serrano o si son otros lugares además del barrial serrano.

Así que nuestro futuro inmediato no está exactamente claro. Será mejor preguntar, mañana, a alguien en procedencia de aquella dirección, si es que aparece, qué tal es el estado en el momento.

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De madrugada. Preguntamos a un camión tanquero. Nos aseguró el conductor que ahorita el paso por los Cinco Cerros es bueno pero nos advirtió que nos apuráramos antes de que lloviera.  Así que ahora mismo vamos.

Estamos estacionados cerca de la plaza de Manglaralto - que, esta mañana, nos quedaba allende, y muy felizmente, ahora, nos queda aquende, los Cinco Cerros. Estamos plenamente convencidos de no tener ningún defecto cardíaco porque, de tener alguno, no hubiéramos sobrevivido lo que sobrevivimos.

Después de echar a andar, preguntamos, a intervalos, a varias personas si conocían el estado del paso de los Cinco Cerros. Todas nos aseguraron que era transitable.  Así que fuimos.

Bueno, transitable, es transitable, porque lo transitamos, pero lo logramos seguramente porque estaba escrito que teníamos que lograrlo.

Docenas de veces estuvimos a un pelo de quedar trancados en una desesperación de barro con imposibilidad de ir para adelante o para atrás; no hay palabra que pueda describir adecuadamente el mundo implacablemente amenazador de un barrial sin fin donde las únicas variantes eran las varias consistencias del barro, desde una mezcla jabonosa hasta un líquido casi totalmente acuoso, y los diferentes declives del terreno subiendo o bajando, con huellas tan profundas que tendrían que haber sido impasables para nuestro vehículo.

Después de pasar varios lugares escalofriantes, dio la casualidad que encontramos unos leñadores moviéndose con toda la seguridad y tranquilidad motriz, de un burro-fuerza y de tracción cuadruple, una en cada pata; les preguntamos si la cosa seguía todavía mucho tiempo así; nos dijeron que sí, pero que, por otra parte, no teníamos ya otro remedio, estábamos en la trampa y había que seguir.

- ¿Por qué?