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A unos veinte kilómetros de la ciudad de Pasto. Otra vez, alrededor de los 2.000 metros. Otra vez, todo, amablemente verdeante, otra vez, pastos, cultivos y bosques que asombran por su verdor.

Llegamos a 2.200 metros en el tiempo de anotar lo anterior.

2.500 metros, y subiendo. Otra vez, bosques de coníferos, aquí, en los intertropos.

Subiendo; 2.700 metros. A nuestra izquierda, en la distancia, el volcán Bordoncillo, algo de 3.700 metros. A nuestra derecha, en la distancia, el volcán Galeras, algo de 4.100 - 4.200 metros.

No se puede ser más exacto porque, increíblemente, cumbres tienen, según nuestra experiencia, inevitablemente tantas altitudes cuantas mediciones, se supone que profesionales, se les tomó. Como ejemplo concreto, para este volcán Galeras tenemos altitudes desde 4.069 metros (¡qué exactitud individual!) hasta 4.266 metros (¡qué exactitud individual - pero qué desacuerdo global!). Así que lo único cuerdo es no dejarse engañar por exactitudes al metro, y tomarlas como orden de magnitud, con márgenes de decenas y hasta de centenares de metros; en este volcán Galeras, margen de doscientos metros.

Estamos en Pasto, más ceremoniosamente, en San Juan de los Pastos, una ciudad sin comentarios; salvo que está en una campaña de embellecimiento de algunos de sus muros por demás largos, con unos murales callejeros de colores vivos y gusto popular; y salvo que no le importa que sus niños, ancianos, ciegos, habitantes en general, y visitantes, se rompan un hueso o dos, ya que nosotros, por ejemplo, mejor dicho una rueda de nuestro vehículo cayó en una boca de desagüe en la calzada, sin su tapa. Lo único que podemos esperar es que no haya ocurrido algún falseamiento u otro defecto que aparecerá más tarde; es realmente criminal.

Durante el tiempo que estuvimos estacionados en una calle céntrica, se nos desvaneció la esperanza de que el sur de Colombia sería mejor que el norte en cuanto a delincuencia o por lo menos a advertencias de delincuencia: se detuvo un hombre, observó un rato el hacha y la pala que tenemos almacenadas por medio de grampas y tuercas en el paragolpe delantero, y sintió la necesidad de acercarse para decirnos "se lo van a robar".

También en el tiempo que estuvimos estacionados, vinieron de una estación de radio para una entrevista pero dijimos que no teníamos tiempo.

El problema, ahora, es que estamos a unos 380 kilómetros de Quito, pero hoy es jueves y no queremos llegar a Quito antes del lunes, o mejor, del martes, porque, lamentablemente, nuestra preocupación número uno, en Quito, será hacer una llamada telefónica a Nueva York para tratar de averiguar qué está pasando >>>>>>>>