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hora o menos, durante cinco, seis, siete, ocho horas; a quince kilómetros por hora o menos, de sacudidas ininterrumpidas, en un camino siempre sinuoso, siempre pedregoso salvo para volverse, a veces, un charco de agua negra; es difícil expresar en palabras tantas horas siempre en primera velocidad, en segunda, en segunda, en primera, nunca en tercera.

Más fácil es decir que fue también un camino siempre bajando. Es ciertamente la bajada más larga, en kilómetros y en tiempo, que recorrimos jamás; tal vez sonaría más romántico hablar de minas de esmeraldas alto en la Cordillera colombiana, pero la pura verdad es que se encuentran en los bajos; bajamos más de 2.000 metros hasta llegar a algo de 500 metros de altitud, antes de subir nuevamente un poquito, a unos 800 metros, altitud a la cual estamos ahora en la zona de Muzo - todo aproximadamente, ya que no preveíamos tales desniveles y no estábamos preparados para tomar altitudes, y ya que no se puede mover un solo metro de terreno sin cambiar de manera perceptible de altitud.

Otra manera de expresar esta larga bajada es decir que empezamos con ropa de lanilla y tuvimos que cambiar a ropa de algodón liviano; vale decir que sentimos en carne propia la división de la topografía colombiana en pisos climáticos, o, como dicen los Colombianos, en tierras frías y tierras calientes, frío significando alto, y caliente significando bajo.

Otra manera de expresar esta larga bajada es decir que empezamos, encima de los 2.000 metros, con ganado europeo, mayormente Holstein, y terminamos debajo de los 1.000 metros, con el curioso color gris de la raza cebú; que empezamos, encima de los 2.000 metros, con ciertas hortalizas, ciertos cereales, criaderos de aves de corral, para encontrarnos luego, entre los 2.000 y 1.000 metros, con plantaciones de café, de frutas cítricas, de ananás; y para, finalmente, debajo de los 1.000 metros, llegar a caña de azúcar, bananas, cacao - no vimos, esta vez, pero sabemos que hay, en otras zonas de los bajos colombianos, arroz, tabaco.

Es gracias a esta combinación de su latitud y de sus altitudes que Colombia tiene el privilegio de poder producir más variedad climática de productos agropecuarios que lo habitual dentro de un país.

Cuando llegamos así al pueblo de Muzo, a las 14, no supimos si seguir, ya, hasta la mina, una hora más de camino, para así quizás ahorrarnos un día - pero quizás también con el peligro de llegar demasiado tarde en el día para una visita valedera y así perder tiempo y energía - o si más bien esperar hasta el día siguiente, con una mejor oportunidad de una buena visita - pero, siendo el día siguiente viernes, con el peligro de encontrar quizás un horario acortado para el fin de semana.

Después de entrar en contacto con la policía y apalabrarnos el permiso de pernoctar cerca de la estación, decidimos ir a la mina.