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estadía de noventa días. Así se cerró, con alivio, este capítulo de entrada ilegal. Es como si hubiésemos tenido un tío en la Dirección de Migraciones.

Ah, pero no salimos de ahí sin, primero, escuchar una historia de horror, como advertencia, de la boca misma de la funcionaria encargada de regularizar nuestros pasaportes. Nos recomendó que nos cuidáramos mucho en Bogotá y nos dio, como ejemplo, el caso que le había pasado a ella misma: estaba viajando en un autobús, a las 12:30 del día, en un autobús lleno de gente, y dos individuos se pararon cerca de ella de manera que los otros pasajeros no la vieran, uno de ellos le puso una navaja en la garganta, y le exigieron que les entregara todo lo que tenía, pulsera, anillos y billetera. Empezamos a creer que realmente hay algo en Colombia que no va.

Luego, fuimos al consulado de Vespuccia, donde el documento que habíamos solicitado antes de salir de Vespuccia tenía que esperarnos.

El espectáculo por sí solo y la sensación valieron la pena de la visita a este consulado. Una increíble e incongrua fortaleza: una reja de metal todo alrededor con cada barra, más un riel de ferrocarril que otra cosa; cámaras de televisión de circuito cerrado apuntando hacia todos los lados; guardas armados por todos los lados - y no con arma corta en la funda o arma larga colgando del hombro sino arma larga en la mano; y cada puerta - desde el portón de entrada hasta las puertas internas - con cerradura electrónica de código solamente; todo el complejo, dividido en pequeñas secciones individualmente autodefendidas como los compartimentos herméticos contra naufragios en los buques; todos los empleados, detrás de vidrios a prueba de balas y hablando con la gente por sistemas de micrófonos y altoparlantes solamente. Ah, y nos olvidábamos del marco de puerta magnético para detectar metales, entiéndase armas de fuego y bombas, entre el primer y el segundo de los muchos portones, como de cárcel.

No habla bien de un país el que tenga que transformar sus consulados en fortalezas inexpugnables.

En cuanto a los documentos esperados, tropezamos con un problema bien grande.

Resulta que, con nuestros documentos básicos, podemos reingresar a Vespuccia libremente en cualquier momento dentro del año de nuestra salida; pero para poder reingresar más tarde que al año de salida - que es lo que necesitamos para poder terminar esta Expedición - hay que solicitar un documento especial antes de salir de Vespuccia; lo que hicimos en San Diego, con la instancia, tal como se podía hacer, de que lo manden al consulado en Bogotá; y aquí no está, y aquí no se puede hacer nada, y desde aquí no podemos presentar una nueva solicitud ya que es imprescindible presentarla dentro de Vespuccia antes de ausentarse. Hace cinco meses que pedimos el documento, tenía que haber llegado; y ahora ¿qué?