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+ La iluminación del conjunto está muy deficiente, para no decir estúpida; los pocos focos que hay, en vez de subrayar la impresión espacial del templo, logran solamente encandilar los visitantes. Por qué no les pusieron pantallas para hacerlos indirectos es un misterio - salvo que la explicación sea demasiado clara y evidente: la falta de criterio.

+ Hablando de falta de criterio, y de luz, nos tocó tener una emoción fuerte no prevista en la visita. Hay que aclarar que, en ese momento, éramos los únicos visitantes de la gran cavidad.

+ De repente, se hizo oscuridad la más total imaginable, como solamente debajo de tierra la puede haber; no más luz; y nosotros, perdidos, desorientados en esa inmensidad - y solos; empezamos a sacar cuenta cómo se podría encontrar una pared y tratar de seguirla hasta la salida; hay que aclarar que, entre la catedral y la salida, hay un corredor sorprendentemente largo, de quizás un kilómetro.
 
  Cuando estábamos todavía sin saber si hacer algo o no hacer nada, creímos ver en la distancia un muy débil indicio de lucecita; le siguió, a esta visión, otro rato de oscuridad y de perplejidad; reapareció fugitivamente la lucecita lejana; y otra vez, la oscuridad; pero ya era algo; gritamos - pero nadie contestó; sin embargo, se veía la lucecita más seguido, moviéndose de un lado y del otro; gritamos otra vez - pero nadie contestó; gritamos varias otras veces, cada vez más fuertemente - pero sin obtener contestación. Lo que más nos preocupaba era que quiénquiera que tenía esa luz se fuera, dejándonos allí, en las tinieblas, sin más esperanza; pero finalmente la luz se hizo más estable, empezó a aproximarse a nosotros, y nosotros a ella; y, por fin, nos encontramos con una voz detrás de la luz - cuyo portador todavía no podíamos ver por encontrarnos encandilados por la luz, pero que resultó ser un minero.

+ Y aprendimos la verdad. Resulta que éste era no más que un apagón como los hay habitualmente, por fallas en la red de suministro de electricidad; como la catedral tiene una comunicación con la parte comercial de la explotación de sal, cuando ocurre un apagón, un minero viene con su linterna frontal a rescatar a los visitantes presos de las tinieblas.

  Al enterarnos de que los apagones son bastante frecuentes, nuestra reacción instantánea fue "entonces ¿por qué no se provee cada grupo de visitantes de una linterna como emergencia, o por lo menos, por qué no se advierte a los visitantes que se traigan una?" Una vez salidos a la luz del día, así lo manifestamos en la oficina de entrada y recibimos la siguiente contestación (no un invento nuestro): "Y ¿cómo podemos saber cuándo decirle a la gente que se lleve una linterna si nadie nos avisa, de antemano, cuándo habrá un apagón?" - a lo que explotamos: "Y ¿cómo sabe Usted cuándo llevar su rueda de auxilio si nadie le avisa, de antemano, cuándo tendrá un pinchazo?"