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Recién fuimos parados por otro de los tantos retenes; aprovechamos la oportunidad para preguntar otra vez respecto a la seguridad personal en las carreteras colombianas; por lo que nos informaron, parece que el peligro no es el mismo en toda Colombia, que lo peor se da en la zona norte, en la cual estuvimos hasta ahora, y que precisamente desde aquí para el sur la situación se presenta mucho mejorada.

Pueblo de Pailitas.

A pesar de las buenas noticias escuchadas en aquel retén, no vamos a tomar riesgos innecesarios; vamos a pasar la noche aquí no más, después de haber cenado en las afueras para evitar la curiosidad de la gente.

Está anocheciendo. Por primera vez en mucho tiempo, el aire está un poco menos pesado - no sabemos si se debe a una fuerte tormenta que está pasando de largo en la lejanía sin alcanzarnos aquí o a una altitud ya un poco más elevada; sea cual fuere la causa del aire más fresco, estamos disfrutando la sensación desconocida con toda la plenitud de nuestras capacidades perceptivas.

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Esta mañana, sabemos en carne propia que el hálito refrescante de ayer se debió no a la altitud sino al paso de la tormenta; esta mañana, está más caluroso, más húmedo, más pesado que jamás; de hecho, la mínima de esta noche fue, según informa la meteoróloga de la Expedición, de 28 grados, y sin un soplo de viento; sudando como esponjas mojadas, a las 5:30 de la madrugada.

Apenas salimos, ya tuvimos nuestra primera paradita: un lugar que, en el mapa, figura como un pueblo Buenos Aires pero que, como ya tantas veces anteriormente, resultó ser una finca, o sea una estancia, y no un pueblo; parece que nunca veremos un Buenos Aires que sea una ciudad de verdad - a no ser, naturalmente, la capital de la Argentina.

De aquí en más, nada tenemos previsto hasta bien pasada la ciudad de Bucaramanga; así que hoy, parece que va a ser un día de tragar kilómetros.

Mientras viajamos, ya ni mencionamos retenes; aparecen con regularidad inexplicable y aburrida; los hay de la policía, los hay de la aduana - nos seguimos preguntando por qué de aduana, o será que las autoridades mismas no tienen confianza en su propia aduana de frontera; los hay, donde no paran a nadie, confortablemente sentados en un sillón, con la nariz en algún diario; los hay, donde paran de manera selectiva, probablemente por si les gusta o no la cara; los hay, donde paran todo el mundo. Físicamente, cada retén consta de una soga tendida a través de la carretera, con trapos rojos colgando; y no se >>>>>>>>