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Pasó otra noche de vientos aulladores. Amaneció otro día de vientos aulladores. Para nuestros ojos ignorantes en la materia, la situación parece todavía peor que ayer.

Estamos otra vez aquí en el muelle, esperando lo que diga el capitán. Estos vientos permanentes ya no son simplemente vientos, sino que crean todo un ambiente inflexible; y se entiende mejor las novelas centradas alrededor de algún castillo con vientos ululantes.

El frío está apretando cada vez más, poco a poco. Esta mañana, cuando despertamos, había menos once grados afuera del vehículo, y menos un grado, adentro. Con nuestro equipo de dormir, no sentimos el frío; pero una botella con agua que teníamos en el piso en la parte delantera del vehículo, la encontramos estallada por la presión del agua congelada.

Sí, hoy hubo travesía.

Sí, estamos en Markland, como dirían los Vikingos. Y viajando a lo largo de la costa, hacia el este, más exactamente el noreste, a ver hasta dónde podremos adentrarnos en Markland. Pero nos sentimos tan agotados por la travesía que no tenemos ganas de hablar, en este momento, en el grabador.

Bueno, nos sentimos mejor ahora.

De la travesía, mejor ni acordarse, salvo para acotar lo siguiente.

Fue la travesía todo lo que temíamos que fuera. Los vientos, más fuertes que el día anterior. Y, por más, según nos explicó el capitán, que soplaban de otra dirección, lo que hacía que la travesía, ayer imposible, hoy haya sido posible, no nos fue ello de ningún alivio. No es que nos mareamos - contra el mareo tenemos una receta simple: tener el estómago vacío, acostarse y cerrar los ojos; pero la pura mecánica de las sacudidas del barco, con la impresión de que el cuerpo se va a aplastar en el bajo de las olas y que se va a levantar en la cresta de las olas, tenía tal efecto de amasamiento del cuerpo que teníamos la sensación de tener el estómago ora entre los riñones ora queriendo salir por la boca, y las juntas del cuerpo más flojas o más estiradas de lo común.

De todos modos, estamos a la vez en Markland como dirían los Vikingos, y en Labrador como se dice hoy en día.

Labrador se encuentra en una zona horaria diferente de Terra Nova. Terra Nova tiene, no nos acordamos si lo mencionamos, media hora de adelanto con respecto a Nova Scotia. Aquí, en Labrador, tuvimos que pasar de vuelta a media hora de atraso.

El nombre Labrador viene de un João Fernandes, apodado el labrador, un Portugués que fue miembro del segundo viaje de Giovanni Caboto bajo bandera inglesa; probablemente como espía, se dice.