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Como ya son las 17, decidimos quedarnos para la noche aquí no más, al lado de la estación de policía; pero como también falta por lo menos una hora hasta que anochezca, decidimos ir, mientras tanto, un poco fuera del pueblo para no encontrarnos como centro de atención de todo el mundo, y para cenar un poco.

Mientras estábamos parados así a la orilla de la ruta, pasó una camioneta repleta de personas; nos gritaron, de paso y sin parar, "los van a atracar", y con la mano nos hicieron un ademán que nos fuéramos. Así que parece que hay que tomar las advertencias realmente en serio aquí en Colombia.

Estamos de vuelta en la plazoleta al lado del puesto de policía.

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Noche tranquila fue, pero muy calurosa. Para nosotros, ir acercándonos a las montañas, por lo tanto a ambituras más templadas, era ya como estar allí; pero parece que el clima se volvió todavía más pesado, o sea más caluroso y más húmedo, que cerca de la costa - lo que, pensándolo bien, es lo único que se podía esperar, ya que la altitud, por ahora, sigue tan baja como cerca de la costa, pero desapareció la influencia moderadora del mar.

Esta mañana, fuimos despertados por la antifonía de dos coros: el coro de gallos, lo habitual, pero también un nutrido coro de burros, como nunca escuchamos hasta ahora; ¡qué concierto!

Y ahora, hacia Becerril; a ver, dónde está Maracas, y si hay pigmeos en Maracas.

¿En qué nos metimos? Camino tremendo. Ya ayer, el desvío hacia Río Hondo tendría que habernos servido de advertencia, pero esto es un purgatorio; casi exclusivamente en segunda velocidad; y, por las sacudidas, ya van dos veces que la caja de cambio saltó por sí sola de segunda a neutro. Tremendo.

Sí, Maracas existe; pero pronto descubrimos que, más que un pueblo, es una zona, la zona del río Maracas. Y sí, los pigmeos existen; si bien sería mejor decir que todavía existen un poco.

Aprendimos lo siguiente.

•) En la zona, se los conoce como Yucas.

•) Miden, mejor dicho las generaciones viejas medían, y todavía miden, menos de un metro de altura; pero las generaciones jóvenes, debido a la cruza con la raza blanca, van adquiriendo una estatura más elevada y por lo tanto perdiendo su corta altura característica.