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Incidentalmente, el desorden burocrático florece en Colombia: para el trámite de Migraciones, necesitamos timbres fiscales de un valor de 20 pesos, pero para conseguirlos tuvimos que correr a otra parte de la ciudad, con un gasto adicional de 126 pesos, sin contar el tiempo de una hora de ida y vuelta ...; seguramente que la oficina de Migraciones debe de tener otros casos en los cuales se necesita timbres fiscales, ¿por qué, entonces, no tiene su propia reserva?  Sería probablemente demasiado fácil.

A pesar de todo, con la fuerza inquebrantable del optimismo, volvimos al puerto, y empezamos a adelantar por anticipado los trámites aduanales del vehículo.

Nuestro primer paso fue un encuentro con burrocracia en su más florido: el requisito de buscarnos, nosotros, en la desconocida selva de leyes, como son todas las leyes, la exacta ley al amparo de la cual queríamos pasar el vehículo por aduana; y el requisito de redactar de nuestra propia inspiración - no llenar un formulario - redactar de nuestra propia inspiración, con todo el propio formulismo, una solicitud en tal sentido.

Como consecuencia de nuestras amargas críticas de semejante desatino, entramos en contacto personal con el Secretario General de la Aduana de Cartagena y tuvimos la gran suerte de que éste, con una gentileza por la cual le quedamos muy agradecidos, nos sacó un gran dolor de cabeza de encima haciéndole hacer a su secretaria todos los trámites iniciales para nosotros, con todo, escrito a máquina, en quintuplicado por lo menos, y un impresionante montón de sellos y firmas; por lo menos, algo a favor nuestro hoy.

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Hoy fue un compás de espera tramitacional, mas no inquisitorial.

Fuimos conociendo la ciudad de Cartagena; mejor dicho sus fortificaciones coloniales contra los piratas de antaño, fortificaciones sin las cuales Cartagena no sería lo que es. No se puede rendir fotográficamente los kilómetros y kilómetros de murallas, de baluartes, de fortines y de fortalezas levantados por los Españoles. Son las fortificaciones españolas más poderosas de América, impresionantes tanto por sus murallas - a veces de 18 metros de altura y a veces de 12 metros de espesor - como por sus multiplicidad y complejidades. Doscientos cincuenta años se pasaron los Españoles construyendo y mejorando las fortificaciones.

Lo curioso del caso es que sólo parte de las fortificaciones, - esencialmente las murallas y una fortaleza - se encuentra alrededor de Cartagena la Colonial; todo lo demás, que es mucho, se encuentra esparcido sobre kilómetros, y sólo en una sola dirección desde la ciudad.