español english français česky

La sorpresa fue que allí encontramos un hombre - no un paraborigen sino un Negro - agachado, tratando de prender un fuego para cocinarse unos plátanos de los que crecían en el lugar. Y ese hombre había venido en ... piragua. Ahí estaba la milagrosa visión. Nadie tuvo que nadar, pues: después de las inevitables vueltas para tratar de sacar algo en claro de la nebulosidad de la mente, de los conceptos, y de la lengua, de dicho hombre, el arreglo fue que nos llevaría en su piragua no solamente a Cristal sino mucho más aguas abajo, y, mucho mejor para nosotros, hasta el paraje de Vijado, donde habría otros medios de comunicación hacia un río más abajo.

Como ejemplo de la dificultad de pescar en su nebulosidad mental, primero nos dijo que, de Cacarica a Vijado, llevaría cuatro horas de piragua ... pero, más tarde, emergió que, en su piragua, llevaría seis horas o más porque su piragua no tenía motor - entonces ¿por qué nos había hablado de cuatro horas ya que no era realizable en su piragua y no venía al caso? Ya nos habíamos hecho cálculos de horario en base a las cuatro horas, cuando, y por pura casualidad, nos enteramos de que, en realidad, serían seis horas o más; y el colmo fue que, eventualmente, la duración del viaje de Cacarica a Vijado en la piragua sin motor, a pura fuerza de palanca perezosa, fue de ... cuatro horas y media; váyase a entender.

Como otro ejemplo, al principio, había parecido que, primero, se comería sus plátanos cocidos y que luego iríamos; pero, al rato, emergió la noción de que se le daba la gana de salir dentro de varias horas solamente, para navegar de noche, sin darnos razón pero, según creemos nosotros, para poder cazar al mismo tiempo; y finalmente, sin ninguna explicación, apenas sus plátanos fueron cocidos y blandos, ni siquiera comidos, agarró la olla, embarcamos nosotros dos y nuestras cosas, y él se comió sus plátanos, ya flotando río abajo - mejor dicho, él se comió parte de sus plátanos con una lata de carne que le regalamos, y nosotros comimos nuestra primera comida desde Paya, una lata de carne con plátanos que él nos regaló.

Así dejamos nuestros tres guías cunas.

Por otra parte, mientras habíamos estado tratando de ir aclarando los zigzagueos de los antojos sucesivos del piragüero, y de ir adaptándonos a los altibajos de la situación, en nada había ayudado vernos asediados por una obstinada nube de moscas de sudor, bultosas y negras, que no pican pero que sí molestaban por su simple presencia en tales cantidades; nos habíamos parado en el humo del fuego de los plátanos pero sin resultado.

Incidentalmente, fueron estas moscas los primeros insectos voladores que encontramos en la selva; mosquitos, encontramos creemos que sólo dos o tres durante uno de nuestros descansos - de los mosquitos nocturnos que molestaron a nuestros guías cunas no sabemos nada por los mosquiteros de nuestras hamacas; los únicos insectos que sí vimos en grandes cantidades fueron las hormigas, de las negras y de las coloradas.