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ni los pueblos más bárbaros pudieron inventar; realmente como para enfermarse de verdad. Antes, conocíamos la historia de las trompetas de Jericó, ahora, también la sentimos en intestinos propios.

Eventualmente, nos enteramos de que se trataba no de una fiesta sino de una reunión política, cosa muy a tono con el ambiente electoral de Panamá en estos días.

Entre las 2 y las 3 de la madrugada, empezó a haber interrupciones en el bombardeo sonoro, de pocos segundos solamente, seguidos por más bombardeo; sin embargo, en los efímeros segundos de interrupción, nos pareció detectar otra música en plena efervescencia, un poco más débil por la distancia.

Esta mañana, nos enteramos de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad: lo que nos aguantamos esta noche fue, en realidad, un duelo entre dos partidos políticos antagónicos dando, cada uno, una fiesta al mismo tiempo, para matar y rematar la reunión y fiesta del enemigo; y nosotros nos encontramos, en plena selva, en el fuego cruzado de los dos adversarios. Una víctima de la contienda resultó ser nuestro guía no casado quien, esta mañana, duerme con el sueño justo de un borracho.

Por otra parte, este día de espera va pasando sin novedad. El problema sigue siendo que, por pésima coincidencia, justo antes de 15 horas de caminata por la pura selva, el tobillo está todavía hinchado; y, por encima, la piel de las piernas está tan quemada por el sol que se puso como un cuero estirado y duro que impide dolorosamente cualquier tentativa de dar un paso. Muy mala coincidencia. Mañana tempranito, a las 6, tenemos que salir según lo apalabrado con los guías.

Hablando de guías, éstos vinieron a charlar un rato con nosotros, una iniciativa que apreciamos mucho porque vimos sus caras, su interés, y que parecen tres muchachos jóvenes buenos.

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Ay, qué noche fue ésta.

Nos llenó la cabeza de problemas y dudas que no hubo manera de resolver, desde que nos acostamos hasta esta mañana misma: resulta que la tormenta que se estuvo acumulando en la tarde de ayer cumplió con su amenaza y, al oscurecer, se desencadenó con toda su fuerza de viento y lluvia, y todo su despliegue de truenos y relámpagos.

De paso, fue interesante ver qué bien estas chozas se portan debajo de semejante furia - nada siquiera se movió y, con las tiras de hojas de banano >>>>>>>>